La torre de control de la
vida es la mente. Lo que pensamos determina nuestra manera de percibir a Dios,
a los demás, a nosotros mismos y a las circunstancias. No somos capaces de
controlar a las personas ni tampoco la mayoría de las situaciones, pero guiados
por el Espíritu Santo podemos elegir qué pensar y cómo reaccionar.
Si bien el Señor es el
único que puede leer nuestros pensamientos, ellos se revelan a menudo en
nuestras acciones —y al final en nuestro destino. Es una simple cuestión de
siembra y cosecha: sembramos un pensamiento, cosechamos una acción; sembramos
una acción, cosechamos un hábito; sembramos un hábito, cosechamos una manera de
ser; sembramos una manera de ser, cosechamos un destino.
Es por eso que la Biblia dice: “Poned la mira en las
cosas de arriba, no en las de la tierra” (Col 3.2).
Y la única manera que tenemos de poder conocer las cosas del cielo es mediante
la Biblia. Por tanto, cuanto más guardemos la Palabra de Dios en nuestro
corazón, más versículos traerá el Espíritu Santo a nuestra mente para darnos
sabiduría, protección y orientación.
Cuando el Señor Jesús entra en nuestra vida, no podemos
simplemente añadirlo a nuestra manera vieja de pensar. Llenemos, entonces,
nuestra mente con los pensamientos de Él para que podamos vivir de una manera
agradable al Señor y que le honre.
Fuente: encontacto.org
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