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sábado, 18 de noviembre de 2023

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sábado, 15 de enero de 2022

En Busca de la Pareja Adecuada - Reflexión



¿Qué cualidades considera usted más importantes en el hombre de sus sueños? ¿Qué clase de persona cree usted que sería un buen amante? Algunos de nosotros nos ponemos francamente exigentes cuando se trata de la persona que habrá de hacernos supues­tamente felices.

EN BUSCA DE LA PAREJA ADECUADA

¿Qué cualidades considera usted más importantes en el hombre de sus sueños? ¿Qué clase de persona cree usted que sería un buen amante?

Un estudio llevado a cabo por la revista Family Journal reveló que para muchas mujeres modernas la sen­sibilidad encabeza la lista de cualidades. El hombre "macho" es considerado en realidad por la mayoría de las mujeres que respondieron a una encuesta, como un riesgo que no vale la pena correrse.

Algunos de nosotros nos ponemos francamente exigentes cuando se trata de la persona que habrá de hacernos supues­tamente felices. En una conferencia para personas solteras ce­lebrada en Portland, Oregón, una mujer aparentemente pró­xima a los treinta años se me acercó y me dijo: —Señor McDowell, déjeme enseñarle cual es el de tipo de hombre con el que me quiero casar.

Luego, con un ademán desdobló una lista de 49 caracterís­ticas que buscaba en un hombre.

—Señorita —ledije examinando su lista—, usted no quiere un marido, sino a Jesús.

Sin embargo, no son sólo las mujeres quienes hacen listas de lo que están buscando. En la universidad de Washington se me acercó un estudiante de segundo año, quien abriendo de repente su diario, me dijo: —Permítame mostrarle el tipo de mujer con que deseo casarme.

De las catorce cualidades que había en su lista sólo recuerdo las de fidelidad y confiabilidad.

Esta vez hice un planteamiento distinto:

—Déjame formularte una pregunta —dije—: ¿Cuál es tu puntuación en esas catorce características?
— ¿Qué quiere decir? —inquirió.
—Quiero decir si las cualidades que buscas en una esposa pueden encontrarse en tu propia vida.
Vi que lo había hecho pensar.
—Mira —continué—, en el matrimonio lo más importante no es encontrar la persona adecuada, sino ser la persona ade­cuada. Si quieres casarte con una reina tienes que ser un rey; y si deseas una buena amante, eso es lo que has de ser tú mismo.

Descubrir el secreto de amar es bastante parecido a estar buscando tus propios lentes y darte cuenta de que los tienes puestos; o tratar de encontrar tu llavero y ver que lo tienes en la mano. La mayoría de nosotros buscamos y buscamos a la persona adecuada, mientras que la clave está en ser la persona adecuada. Hay muchos por ahí fuera buscando, cuando lo que deberían estar haciendo es esforzarse para llegar a ser la clase adecuada de persona.

Pero ¿cómo podemos llegar a ser la persona adecuada? Pri­meramente resulta importante que reconozcamos que nuestra vida de amor siempre será un reflejo de las cualidades de nues­tro carácter.

Usted se convierte en la medida

Cuando alguien comenta: "Por aquí no hay buenos hombres o mujeres", yo siempre respondo: "Tal vez el problema tenga que ver con usted, y no con una escasez de hombres o mujeres adecuados." Admito que ésta puede ser una medicina más bien fuerte para algunos; pero el hecho es que los buenos hombres y las buenas mujeres orientan sus pasos hacia otros buenos hombres y mujeres.

Reforzando esta afirmación, dos sociólogos —los doctores Evelyn Duvall y Reuben Hill— escriben:

¿Qué lleva usted consigo al matrimonio? ¿Un vestuario nuevo? ¿Unos ahorros en el banco? ¿Algunos muebles que ha here­dado? ¿Uno o dos parientes a su cargo? ¿Un buen trabajo y perspectivas de ascenso? Sean cuales sean sus bienes o sus obligaciones, hay algo aún más importante que todo eso: usted mismo como persona, su forma de actuar con la gente y sus actitudes.

El tipo de matrimonio que uno consigue, depende de la clase de persona que es. Si se trata de un individuo feliz y bien ajus­tado, hay muchas probabilidades de que su matrimonio sea también feliz. Si hasta ahora usted ha llevado a cabo sus ajus­tes con más satisfacción que congoja, es muy posible que realice satisfactoriamente también sus ajustes matrimoniales y fa­miliares. Si usted está descontento y amargado con la suerte que le ha tocado en la vida, necesitará cambiar, al objeto de poder vivir feliz de allí en adelante.

Duvall y Hill terminan diciendo que se ha culpado de gran parte de la infelicidad en los matrimonios al hecho de haber escogido la pareja equivocada, a los problemas económicos, al mal ajuste sexual o a la religión; pero que en realidad dicha infelicidad proviene de lo que uno ha llevado consigo al matri­monio. Estos sociólogos subrayan la necesidad que hay de llegar al matrimonio "preparados para significarle mucho a la persona elegida.

El éxito de su relación matrimonial —siguen di­ciendo— depende de si usted aporta a la unión el hábito de la felicidad y la capacidad de amar y ser amado. Estos atributos de una personalidad emocionalmente madura es la mejor dote que se puede llevar al matrimonio".

Esto mismo se recalca en el libro Your Life Together (Su vida juntos), de Elof Nelson. Allí se dice: "El éxito en el matrimonio supone mucho más que encontrar la persona adecuada. Es de una importancia aún mayor que uno mismo sea la persona de­bida. He descubierto que los jóvenes a quienes aconsejo, están buscando la pareja perfecta sin preocuparse demasiado acerca de la persona que se va a llevar su cónyuge."

Si usted quiere casarse con alguien fuera de serie, usted mismo ha de ser uno fuera de serie; y el proceso para discernir las áreas personales que necesita mejorar es sencillo: haga una lista de las cualidades que busca en su cónyuge, y luego mídase por cada una de ellas.

El matrimonio no puede ser más que un compromiso de dar y recibir; usted debe estar dispuesto a dar aquello mismo que desea que le den. Como bien lo dijo un terapeuta: "Hay dos cosas que pueden hacer infeliz un matrimonio: ¡el hombre y la mujer!"

El merecimiento de lo que uno recibe

Recibimos lo que nos merecemos. Aunque un poco exage­rada con objeto de subrayarla, la descripción4 que hace el autor Bob Phillips del contraste entre lo que buscamos y lo que ha­llamos no es tan desatinada.

La esposa ideal lo que todo hombre espera

• Siempre guapa y alegre. Podría haberse casado con un astro de la pantalla, pero sólo le quería a usted. Sus cabellos jamás necesitan rulos ni salones de belleza.
• Una belleza que no se deshace cuando llueve. Jamás se pone enferma —únicamente es alérgica a las joyas y a los abrigos de pieles.
• Experta en cocinar, en limpiar la casa, en reparar el auto­móvil o el televisor, en pintar paredes y en estar callada.
• Sus pasatiempos favoritos son: cortar el césped y quitar la nieve de la entrada.
• Aborrece las tarjetas de crédito.
• Su expresión favorita es: "¿Qué puedo hacer por ti, querido?"
• Piensa que usted tiene el cerebro de Einstein y el aspecto de Míster Universo.
• Le gustaría que saliera usted con los amigos para así poder dedicarse un poco a la costura.
• Lo quiere a usted por lo 'sexy' que es.
Lo que recibe
• Habla 140 palabras por minuto con ráfagas de hasta 180.
• En cierta ocasión sirvió de modelo para un tótem.
• Comedora ligera —¡no hay más rápida que ella!
• Donde hay humo allí está e l l a . . . ¡cocinando!
• Le hace saber que usted sólo tiene dos faltas: todo cuanto dice y todo cuanto hace.
• Haga lo que les haga, sus cabellos parecen una explosión en una fábrica de virutas de acero.
• Si se pierde usted, abra la billetera que ella lo encontrará enseguida.

EL MARIDO IDEAL
Lo que toda mujer espera

- Un brillante conversador.
-Un hombre de gran sensibilidad: amable, comprensivo . . . verdaderamente amoroso.
-Alguien muy trabajador.
- Un hombre que ayuda en casa fregando los platos, lim­piando los pisos y cuidando del jardín.
- Ayuda a su esposa con la educación de los hijos.
- Alguien con fortaleza emocional y física.
- Inteligente como Einstein pero guapo como Julio Iglesias.

Lo que recibe

- Siempre la lleva a los mejores restaurantes (algún día quizá incluso la haga entrar).
- No tiene úlceras —las produce.
- Siempre que tiene una idea la dice en cuatro palabras.
- Se lo considera un trabajador prodigioso —supone un pro­digio que trabaje.
- Mantiene a su esposa como ella estaba acostumbrada —la deja que conserve su empleo.
- Es tan aburrido que incluso la aburre hasta más no poder cuando le hace un cumplido.
- Tiene momentos ocasionales de silencio que hacen brillante su conversación.

Como es natural usted ha captado la idea. La regla de oro para conseguir un matrimonio feliz podría formularse como si­gue: "Desarrolla previamente tú mismo(a) las cualidades que deseas que tenga tu cónyuge."

El formar una relación matrimonial solícita, amante y sa­tisfactoria lleva tiempo y esfuerzo —de hecho el proceso durará toda la vida. Simplemente se requiere un verdadero empeño para transformar los patrones de conducta egoísta adquiridos durante el noviazgo, en la clase de amor desinteresado que sus­tenta un buen matrimonio.

Tenga presente dos preguntas: (1) ¿Qué tipo de persona debo ser yo?; y (2) ¿Qué cualidades necesito incorporar a mi vida para trabajar por un amor, un matrimonio y una relación sexual satisfactorios? Cier­tamente el punto de partida es tener un buen concepto de sí mismo; veamos lo saludable que es el suyo.

Tomado del Libro: El Secreto de Amar
Autor: Josh McDowell
Editorial: Grupo Nelson


Cómo Construir un Matrimonio Fuerte - Reflexión

 



Reflexión para matrimonios basada en 1 Pedro 3:7. ¿Cómo abordar las diferencias en el matrimonio? El matrimonio de dos cristianos es ante todo un compromiso con Jesucristo y luego de uno con el otro

Cómo construir un matrimonio fuerte Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer. 1 PEDRO 3.7

El matrimonio de dos cristianos es ante todo un compromiso con Jesucristo y luego de uno con el otro. A Satanás le encanta destruir los matrimonios y la mejor protección en contra de sus ataques es una profunda relación, mutuamente compartida, con Jesucristo y un compromiso a obedecer la Palabra de Dios. Ante este tipo de compromiso, no creo que un matrimonio pueda fracasar.

Sin embargo, para ampliar sobre esto, aquí hay dos principios que fortalecen el matrimonio. En primer lugar, concentrarse en ser lo que usted debe ser en lo interno, no solo en lo que dice, lo que tiene o incluso su apariencia externa.

Pedro le da a este principio a las esposas en 1 Pedro 3.3–4, pero sin duda se aplica a los esposos también: «Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios».

Un segundo principio es el siguiente: concéntrese en aprender quién es su cónyuge. He aconsejado a muchas personas cuyos matrimonios estaban decayendo simplemente porque nunca habían tenido tiempo para llegar a conocer uno al otro.

Es importante darse cuenta de que ninguna persona es perfecta y el matrimonio tampoco lo es. Si está aferrado con frustración a un ideal de lo que quiere que su cónyuge sea, usted está dañando su matrimonio.

Abandone su idea de la pareja perfecta y empiece a aprender a comprender y amar la pareja que tiene. Viva con su pareja «sabiamente» (1 Pedro 3.7).

¿Qué puede hacer o va a hacer para ser un estudioso de su cónyuge?

Fuente: Sigueme.net

jueves, 2 de abril de 2020

Porque Nunca Me Rendiré En La Iglesia - Reflexión

nunca me rendiré

Nunca puedo renunciar a la iglesia porque nunca puedo renunciar a las personas, cuando escucho que las personas abandonan la iglesia, mi corazón se rompe. Nunca puedo renunciar a la iglesia porque nunca puedo renunciar a las personas.
Ciertamente, la iglesia es como una familia, a veces está en mal estado e incluso mal, pero necesita constantemente arrepentimiento, perdón, revitalización, renovación y reevaluación.
Así es con las familias. Y, como la iglesia es realmente una familia, nunca me rendiré. Si, una familia. Una familia real, real y personal, no una metáfora.
Cuando nuestras ideas sobre la iglesia son teológicas o institucionales, hacemos que la iglesia sea algo fácil de abandonar. Pero la iglesia no es un edificio, una denominación, una organización, una construcción teológica o una serie de creencias.
Estas son las personas que conocemos dentro de estas instituciones. La iglesia es gente. La gente crea familias. La esperanza de la familia ciertamente tendrá peleas ocasionales, por lo que discutiremos.
A veces nos vamos enojados, gritando: “Ya terminé contigo”, solo para encontrarnos compadecidos con otros miembros de la familia con sufrimientos y frustraciones similares, para que podamos hablar juntos, compartir nuestro dolor juntos, rezar juntos. ya sabes, seamos juntos en la iglesia.
Es por eso que, incluso si mi corazón se rompe cuando escucho a personas alejarse de la iglesia, siempre hay esperanza. Porque incluso cuando estamos lejos de nuestra familia, todavía somos parte de ella.
Incluso si mi corazón se rompe cuando escucho acerca de personas que se alejan de la iglesia, siempre hay esperanza.

La verdadera iglesia es gente real

Es imposible para mí, como seguidor de Cristo, dejar de trabajar en, con y para la iglesia, porque nunca puedo estar fuera de relación con estas personas. Incluso cuando peleamos, esta pelea crea tensión en mí. Y esa tensión me tira.
Incluso cuando no tengo ganas de ir a la iglesia (como en un evento de construcción), nunca puedo abandonar por completo las relaciones que la iglesia me ha dado.
Las estructuras en torno a estas relaciones pueden cambiar, incluso desaparecer, a menudo porque tienen una necesidad desesperada, pero eso no cambia ni pone fin a la iglesia, porque las personas y sus relaciones aún existen.

Una iglesia de nombres y rostros

La iglesia es una familia de personas que me amaron y me ayudaron a conocer y servir a Jesús, no solo de manera general. Pero personas con nombres, rostros y una larga y profunda historia juntos. Personas que han estado en mi vida toda mi vida. La gente que amo Gente que me quiere.
No puedo rendirme, porque Jesús nunca se dio por vencido con nosotros.

Por: Karl Vaters

Superando El Desánimo - Reflexión

Reflexión: Superando el desánimo

Todos tienen que tomar decisiones todos los días. Muchos de estos son extremadamente importantes y, a veces, no sabemos exactamente cómo resolver un problema. Sin embargo, es necesario tomar la decisión. Además, tenemos que hacerlo bien, porque de lo contrario, tendremos que pagar un precio alto como consecuencia negativa de la decisión equivocada.
El mejor momento para pescar es durante el amanecer o el atardecer, en momentos de luna llena o luna nueva, y Juan 21: 2-6 muestra a los discípulos pescando después de la crucifixión de Jesús. Pedro dijo: “Voy a pescar”. Estaba decidido, era un pescador experimentado, pero eligió el momento equivocado. Fue en un momento en que se desanimó debido a la aparente derrota de Jesús en la cruz.
Pedro y los discípulos habían dejado carreras prósperas, sus familias e incluso la religión judía para seguir a Jesús. Tenían plena confianza de que Él era el Hijo de Dios. También se convirtieron en celebridades, yendo con Jesús de ciudad en ciudad. Las multitudes salieron a las calles para ver a Jesús y a los doce discípulos. Pero ahora todo parecía haber terminado: Jesús había sido crucificado. La última imagen que tenían en mente era la de un Jesús colgado de un árbol. Veamos qué lecciones nos trae esto hoy.
Nunca tome decisiones con desánimo El peor momento para tomar cualquier tipo de decisión es cuando está desanimado. Bíblicamente, el desánimo implica renunciar a toda esperanza, estar completamente desprovisto de medidas emocionales positivas o recursos para lograr algo. Fue en un momento en que Pedro estaba en el nivel emocional más bajo en su vida cristiana que dijo: “Voy a pescar”. ¡Estaba realmente desanimado, después de que Jesús fue crucificado y todo parecía haber terminado!
Tarde o temprano, todos tenemos que lidiar con estos días de desánimo. Nadie debe tomar decisiones importantes para sus vidas cuando están desanimados. Los empresarios toman direcciones equivocadas en los negocios cuando se desaniman; las parejas se portan mal cuando están desanimadas y luego se arrepienten de lo que hicieron; Los cristianos dejan sus iglesias en un momento de abatimiento y luego se vuelven distantes, fuera de sintonía con Dios; los empleados han realizado cambios incorrectos en el trabajo o la profesión en tiempos de desánimo.
El Salmo 34:19 dice: “Muchas son las aflicciones de los justos, pero el Señor las libra a todas”. Hay una gran diferencia en esperar en Dios y hacer lo que se le ocurra en momentos de desánimo. Hay derrotas en los malos sentimientos, pero la fe en Dios produce una renovación interna y la dirección correcta para las decisiones diarias.
Tenga cuidado con las personas desanimadas El desánimo es contagioso y puede afectar a quienes lo rodean. Esta influencia negativa puede hacer que las personas tengan una indisposición resuelta e inalterable ante situaciones difíciles. Esto es exactamente lo que les sucedió a los discípulos y, influenciados por Pedro, decidieron pescar también. Esta decisión se tomó a toda prisa, sin ningún tipo de reflexión o análisis si realmente deberían hacer eso: “lo simple da crédito a cada palabra, pero el prudente atiende a sus pasos”, Prov. 14: 15.
Entonces tenemos que rezar más para no tomar decisiones apresuradas que puedan influir negativamente en nuestras vidas. Será mejor que te tomes el tiempo y reces antes de comprar una casa nueva, antes de comprar un auto nuevo, antes de decidir dejar tu hogar, antes de dejar tu trabajo o elegir otro, antes de ponerte tatuajes en todo el cuerpo. . Dentro de 10 años puede estar dispuesto a dar cualquier cosa para deshacerse de ellos.
Las decisiones equivocadas nos afectan a nosotros y a otros, especialmente a quienes nos rodean o que dependen de nosotros. Así que no te dejes desanimar por las apariencias. Deténgase, piense, analice, ore antes de tomar cualquier decisión: “Mis ojos se alzan continuamente hacia el Señor, porque él sacará mis pies de la trampa”, Sal 25: 15.
Las decisiones equivocadas traen decepciones
La Biblia dice que intentaron pescar toda la noche, pero no pescaron nada. Estaban más decepcionados que antes. Esto fue porque estaban fuera de sintonía con Dios. Así que tenga cuidado con las decisiones que piensa tomar. Mire, ore al Señor y Él le dará las pautas e instrucciones necesarias: “Te instruiré y te enseñaré el camino que debes seguir; y, a mi vista, te daré consejos ”, Salmo 32: 8. Jesús conoce sus dificultades y tiene preparada su victoria para el momento adecuado.
Jesús aparece en la playa, pidiendo comida, pero los discípulos no habían atrapado nada. Significa que tenían hambre. Para satisfacer a sus discípulos, Jesús los guía y los convence de volver a pescar y lo convierte en un gran éxito. Dios nunca pierde el control de nada y nunca lo hará. Así que confía en él y verás que sucede el milagro. Mientras escuchaban lo que Jesús les dijo que hicieran, vieron desaparecer sus frustraciones porque sucedió el milagro.
Escuche solo la voz de Dios y Él seguramente hará que suceda el milagro: “Sé que puedes hacer todo, y ninguno de tus planes puede ser frustrado”, Job 42: 2. Dios quiere renovar su fortaleza con la comida que ya tiene. se ha preparado para ti. El te espera. Para acercarse a él, cene con él y tenga la fuerza para continuar: “los que esperan en el Señor renuevan su fuerza, se levantan con alas como las águilas, corren y no se cansan, caminan y no se cansan”, Is 40: 31.
Consideraciones finales

El cristiano pasa por malos y buenos momentos, circunstancias negativas y positivas, situaciones de aparente fracaso y grandes victorias. Jesús dijo: “En el mundo, pasas por aflicciones; pero ten ánimo; Vencí al mundo ”, Jn 16, 33. Mientras el creyente esté en este mundo, habrá muchas razones para desanimarse, pero para aquellos que confían en el Señor siempre habrá un Dios que fortalezca y aliente el corazón para que el viaje cristiano pueda continuar. a la Jerusalén celestial.
Fuente: reflexiones.cristianas.com

Sólo Puedes Ganar Si Te Rindes - Reflexión


Hay dos principios que operan en este mundo. Cada persona vive bajo uno de estos dos principios. Seguramente muchos no lo reconocen, pero en este momento tú, yo y todas las personas del mundo estamos viviendo bajo uno de estos principios, que guían nuestra manera de pensar, de sentir y de actuar.

El primero es el principio de la ley. El principio de la ley es muy sencillo. Si haces lo que debes hacer, si obedeces, te irá bien. Por lo menos, evitarás un castigo; puede ser que incluso recibas algún beneficio. Por ejemplo, si manejas por la carretera sin violar las leyes de tránsito, generalmente evitarás una multa.

Durante mi adolescencia, recuerdo que mi padre llegó un día a la casa con una noticia. "¿Saben lo que recibí hoy?" - nos preguntó. "¡Recibí mi reconocimiento por buen ciudadano!" En aquel lugar se enviaban reconocimientos a todos los que duraban cierto tiempo sin cometer ninguna infracción. Le pregunté si el reconocimiento incluía algún premio monetario. Cuando me dijo que no, perdí el interés. Pero bueno, algo es algo. Peor es nada.

Así es que funciona la ley. Funciona en base a lo que te mereces. Es un principio que se extiende a cada parte de nuestra vida. En la familia, es la base de la disciplina de los hijos. 

En el trabajo, define la relación entre patrón y empleado. Si haces el trabajo, recibes tu salario; si no cumples con las instrucciones, puedes terminar despedido.

Dios también dio leyes a su pueblo. Eran leyes muy buenas. Si se obedecían, habría bendición. La sociedad prosperaría. Todos vivirían en armonía. Por esto, Dios dijo a su pueblo: "Observen mis estatutos y mis preceptos, pues todo el que los practique vivirá por ellos. Yo soy el Señor. " (Levítico 18:5)


Dios le dio a su pueblo una ley que era perfecta para ellos, y luego les prometió vida a través de estos mandamientos. ¿Cómo llegaría esa vida? Solamente llegaría por medio de la obediencia. Así es que funciona la ley: la obedeces, te portas bien, y recibes los beneficios. ¡Fácil! ¿No?

Sólo hay un pequeño problema con el principio de la ley. Este principio es esencial para las sociedades humanas; sin leyes, la sociedad se convertiría en un caos. Pero el problema con el principio de la ley es que nosotros, los seres humanos, somos débiles. Dios nos promete vida si obedecemos toda su ley, pero ninguno de nosotros ha sido capaz de hacerlo.

El reformador Martín Lutero se guió por el principio de la ley. Cuando era joven, fue sorprendido un día por una fuerte tormenta. En medio de los rayos y truenos que lo rodeaban, asustado y desesperado, gritó: "Santa Ana, si me salvas de esta tormenta, ¡me haré monje!" Poco a poco se calmó la tormenta, y él abandonó la carrera de leyes que llevaba para convertirse en monje.

¿Te das cuenta de la manera en que funcionó el principio de ley en la vida de Lutero? Creía que tenía que hacer algo para merecer algo. Si quería ser salvo de la tormenta, tendría que dar algo a cambio. Es como un trueque. A cambio de algún sacrificio, Dios nos concede su perdón, su bendición o la petición que levantamos en oración.

Sin embargo, como monje, Lutero no logró encontrar la paz. Nunca sentía que lo que hacía era suficiente. Dormía en el suelo de su celda sin cobija durante el frío invierno, se confesaba constantemente y trabajaba arduamente. Sin embargo, nunca sintió la seguridad de haber hecho lo suficiente.

En realidad, cuando vivimos bajo el principio de la ley, ¿cómo podemos hacer lo suficiente? Siempre hay algo que no hemos hecho; alguna ley que hemos quebrantado, o algún bien que hemos dejado de hacer. Seguramente podríamos haber orado más, podríamos haber ayudado a más gente, podríamos haber dado más para ayudar a los pobres. ¿Cuánto es suficiente?

La solución al problema llegó cuando Lutero descubrió en la Biblia el otro principio de vida, que es el principio de la gracia. El siempre había pensado que la gracia de Dios es algo que nos ayuda, pero que nosotros tenemos que poner mucho de nuestra parte. En otras palabras, después de que nosotros nos esforzamos hasta más no poder, Dios nos da lo que falta.

La revelación le llegó cuando finalmente comprendió Romanos 1:17. La traducción Dios Habla Hoy lo expresa así: "Pues el evangelio nos muestra de qué manera Dios nos hace justos: es por fe, de principio a fin. Así lo dicen las Escrituras: 'El justo por la fe vivirá.' " Lutero se dio cuenta de que la justicia de Dios es un regalo. No es algo que podemos ganar.

Lo que viene por ley es ganancia, es merecido; pero lo que viene por gracia es un regalo inmerecido. En Jesucristo se da a conocer la gracia de Dios, porque todo lo que El nos ofrece se recibe como un regalo. El no nos exige que trabajemos para merecer su perdón y su amor; de hecho, no lo podemos ganar. Sólo lo podemos recibir por fe, como un regalo de gracia.

Muchas veces tratamos de mezclar la ley con la gracia. Así había pensado Lutero antes: trato de obedecer la ley, haciendo todo lo debido, y la gracia me ayuda. ¿Alguna vez has tratado de mezclar el aceite con el agua? ¡No funciona muy bien! ¿verdad? De igual modo, la ley y la gracia no se pueden mezclar.

En cierta ocasión, el apóstol Pablo tuvo que confrontar al apóstol Pedro sobre este asunto. Pedro llegó a visitar a la Iglesia en Antioquía. Allí tenía compañerismo con todos los creyentes, tanto judíos como gentiles. Cenaba y convivía con todos. Pronto, sin embargo, se presentó un problema.

Llegaron algunos representantes de la Iglesia en Jerusalén, una Iglesia compuesta principalmente de judíos. Bajo presión de ellos, Pedro se retiró del compañerismo con los gentiles y sólo se juntaba con los judíos. Debido a su mal ejemplo, los demás judíos también se separaron de los gentiles a la hora de comer.

Podríamos ver esto como un caso de discriminación, y lo fue. Pero Pablo reconoció que algo más estaba pasando. Se trataba, en realidad, de una confrontación entre la ley y la gracia. Al separarse de los gentiles, Pedro estaba volviendo al legalismo judío. Se estaba portando como si el hecho de separarse de los gentiles lo hacía más aceptable ante los ojos de Dios.

Pablo lo regañó fuertemente. Gálatas 2:16 registra lo que le dijo a Pedro: "Al reconocer que nadie es justificado por las obras que demanda la ley sino por la fe en Jesucristo, también nosotros hemos puesto nuestra fe en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe en él y no por las obras de la ley; porque por éstas nadie será justificado."

Tratar de obedecer la ley de Dios no logra justificar a nadie. La ley sólo nos puede condenar. La única manera de llegar a estar bien con Dios es en base a su gracia. Sólo su gracia nos puede justificar. Esa gracia llega a nuestras vidas por medio de la fe, de lo cual hablaremos más la próxima semana.

¿De qué, entonces, sirve la ley? La ley es como el espejo de un dentista. Aquel pequeño instrumento que él usa para examinarnos la boca revela las caries que perjudican la salud de nuestros dientes. Es un instrumento muy útil; pero jamás se ha curado una caries con el espejo del dentista. El espejo revela el problema; pero sólo el taladro y la amalgama lo resuelven.

Más adelante en Gálatas 2, en el verso 19, Pablo dice: "Yo, por mi parte, mediante la ley he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios." La ley le había hecho ver a Pablo que era pecador, pero también le había revelado que sus esfuerzos por perfeccionarse y ganar la aprobación de Dios eran inútiles. Jamás podría ser perfecto, jamás podría merecer el amor de Dios, jamás podría ganarse el cielo.

Por lo tanto, murió al esfuerzo de obedecer la ley por su propia cuenta, para poder vivir para Dios. Entonces dice, en el verso 21: "No desecho la gracia de Dios. Si la justicia se obtuviera mediante la ley, Cristo habría muerto en vano." Si la ley fuera suficiente, Cristo no habría tenido que morir. Pero la ley no pudo salvarnos, porque somos débiles. Por lo tanto, dejando a un lado la ley, Dios nos ofrece la salvación por su gracia.

La salvación es por gracia, y sólo por gracia; no es gracia más otra cosa. Es la gracia nada más. Esto se convirtió en uno de los principios básicos de la Reforma protestante, conocido como sola gratia. Dios nos salva, nos acepta y nos tiene de pie ante El solamente por su gracia.

Un hombre daba su testimonio en un culto. Habló de cómo Dios había conquistado su corazón y lo había librado de la culpa y el poder del pecado. Habló de Cristo y su obra, pero no dijo nada acerca de su propio esfuerzo.

Cuando terminó su testimonio, el líder de la reunión se levantó para hacerle una pregunta. Este hombre era algo legalista, así que dijo: "Nuestro hermano nos ha hablado de lo que hizo el Señor para salvarlo. 

Cuando yo me convertí, tuve que hacer muchas cosas por mi propia cuenta antes de esperar que el Señor me ayudara. Hermano, ¿no hizo usted su parte antes de esperar que Dios hiciera el suyo?"

El que había dado su testimonio le respondió: "Es cierto. ¡Se me olvidó! No les conté de la parte que yo tuve que hacer, ¿verdad? Bueno, yo hice mi parte durante más de treinta años, corriendo en mis pecados para alejarme lo más posible de Dios. Esa fue mi parte. Y Dios me persiguió hasta que me alcanzó con su gracia. Esa fue su parte." Así es la gracia de Dios. 

Ahora déjame preguntarte: ¿bajo cuál principio estás viviendo tú? ¿Vives bajo la ley, esforzándote constantemente por agradar a Dios, pero jamás seguro de haber hecho lo suficiente? Hermano, nunca será suficiente. Recibe hoy la gracia de Dios. Descansa en su gracia, que El te ofrece en Jesucristo. Su sacrificio en la cruz es suficiente. Confía en El.

Fuente: sigueme.net

miércoles, 4 de marzo de 2020

Una Lámpara En La Oscuridad – Reflexión

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“Lámpara para mis pies es tu palabra, y luz para mi camino” (Salmo 119: 105).        El Dr. William Lyon Phelps, un famoso pedagogo de la Universidad de Yale, dijo: “Creo plenamente en la educación universitaria tanto para hombres como para mujeres, pero creo que el conocimiento de la Biblia sin un curso académico es más valioso que un curso académico sin Biblia “.
La Palabra de Dios es la mejor guía para una vida victoriosa y feliz. Es una fuente de recursos para cada día de nuestras vidas. Sin la guía de Dios, todo lo que hacemos, no importa cuán bueno sea, no tendrá garantía de éxito o felicidad.

La Biblia nos muestra la voluntad de Dios. Conociendo la voluntad de Dios, sabremos el mejor camino a seguir. Siguiendo el camino con determinación, llegaremos al lugar de nuestras bendiciones.

 

Cuando leemos las Sagradas Escrituras, Dios nos habla, nos enseña el camino del bien, nos muestra los pasos hacia grandes conquistas, nos advierte de los peligros que deben evitarse, nos alerta sobre las trampas de este mundo, nos abre Las puertas de la vida eterna.
Si no sabemos qué o dónde estudiar, solicitemos dirección al Señor. Si no estamos seguros de si estamos en el mejor trabajo, pongamos nuestras incertidumbres en el altar de Dios. Si tenemos dudas sobre el ser querido, deje que Dios elija por nosotros. El Señor está listo para guiar nuestras vidas y la Biblia es el gran manual de la voluntad de Dios.
Si queremos caminar con seguridad, sin el peligro de tropezar en el camino, busquemos diariamente la Palabra del Señor.
¿Cuán importante has sido para la Biblia?
Por: Paulo Barbosa