Los años de la adolescencia pueden ser intimidantes. Los
adolescentes están en la cúspide para alcanzar la adultez y enfrentan un
desborde de cosas nuevas —nuevos sentimientos, nuevas experiencias, nuevas
relaciones, nuevas responsabilidades, nuevas decisiones, una etapa
completamente nueva en la vida. Esto es tan abrumador como estar al pie de un
abismo, donde se debe saltar sin estar familiarizado con lo que hay allá abajo.
Y tenemos miedo.
Como una adolescente que está atravesando el umbral a la
adultez, estoy familiarizada con los miedos de un adolescente. Toda esa
inestabilidad, confusión, y toma de decisiones puede ser estresante e incluso
doloroso. Me he quedado sin dormir porque todos mis miedos inundan mi cabeza,
envenenando mi paz.
Tres miedos
Sobre todo, existen tres temores que gritan con fuerza y tienen
larga duración: el miedo al futuro, el miedo a fallar, y el miedo tanto a la
intimidad o a la soledad.
1. Miedo al Futuro
Cuando era pequeña pensaba que tenía todo mi futuro resuelto.
Como todos los niños, veía a la adultez con hermosos colores brillantes, y con
alegría veía cada detalle de mi vida. A los 12 años, hice planes en cuanto a mi
educación, carrera, modelo de carro, e incluso la educación que recibirían mis
hijos en un futuro lejano. Y luego Dios abruptamente cambió las piezas que
tenía sobre mi mesa y me dirigió hacia un camino diferente. Él me invitó a
tener diferentes oportunidades, y me llenó con diferentes sueños y deseos.
Al limitarme y añorar aquellos sueños que fueron cambiados, mi
futuro no se veía para nada simple. Había perdido el color y se transformó en
algo opaco. Algo desconocido. Como adolescente uno comienza a darse cuenta de
que los planes e ideas creadas cuando éramos niños ya no son algo por sentado.
Ya no tenemos control.
El invierno pasado, unos meses después de cumplir 18 años, fue
uno de los momentos más inestables en mi vida. Mentalmente y espiritualmente,
tenía estabilidad, pero en cada otra parte de mi vida, estaba en medio de
grandes cambios: cambios de escuela, trabajo, planes, y seguridad. Un constante
estrés. Mi futuro era incierto, todo estaba suspendido en el aire, y me hundía
en la incertidumbre. Un temor al futuro me oprimía.
2. Miedo a fallar
Si los adolescentes fueran honestos, no es solo aquello que desconocemos
del futuro nos asusta, sino también la idea de fallar en el futuro. Fallar en
los estudios, el trabajo, las relaciones, al conducir —básicamente, fallar en
la vida. Tenemos miedo a decepcionar a quienes amamos y arruinar todo de alguna
forma irreparable y extravagante.
El miedo a fallar es paralizante porque nos inhibe de tomar
decisiones y seguir adelante, en lo cual, desde luego, consiste el madurar. El
convertirse en adulto es involucrarse en un proceso de pruebas y errores,
arrepentimiento y gracia. Aunque como adolescentes, deseamos saltarnos la parte
de los errores. Queremos que la vida venga con todos los colores brillantes.
Culminar nuestra educación, obtener un trabajo, casarnos con alguien, y así
vencer todo. Queremos saberlo todo, y queremos saberlo ya.
Así soy yo. Soy una perfeccionista, y tengo pavor a los errores.
El fallar me hace sudar de los nervios. El miedo a fallar siempre ha estado
ahí, flotando oscuramente y persistentemente en mi horizonte. Honestamente, me
ha aterrado.
3. Miedo a la intimidad o a la soledad
Una de las cosas a la que más he tenido miedo es el fallar en
mis relaciones. Muchos de nosotros los adolescentes luchamos mucho con dos
cosas que parecerían paradójicas dentro de los miedos en nuestras relaciones:
tener amigos y no tenerlos. La intimidad nos conecta con el miedo a ser
conocidos por quienes realmente somos. Como adolescentes, estamos conscientes y
hemos examinado con cuidado nuestros corazones. Usualmente no nos sorprendemos
por lo que vemos. Esta es la etapa de mi vida donde he estado más consciente de
cuán pecadora, quebrantada y defectuosa soy. Aun así, esta ha sido la etapa
donde más he visto mis intentos para cubrir mis defectos. Tengo miedo de que
las personas vean quién soy en realidad.
Pero también tengo miedo de estar sola. El aislamiento y la
soledad son amenazas serias para mi felicidad. Quiero ser apreciada. Quiero
tener amigos cercanos. Quiero una comunidad. No quiero estar sola. Pero tengo
miedo por el riesgo que las relaciones conllevan.
Cuatro maneras para ayudar a un adolescente a conquistar sus
miedos
Los adolescentes luchan con muchas heridas y vergüenzas que
alimentan al miedo. ¿Qué se puede hacer acerca de ellas? Usted es el padre de
un adolescente, o trabaja con adolescentes, o eres un adolescente, y quieres
saber ¿cómo podemos ayudar a un adolescente a enfrentar sus miedos? Aquí hay
cuatro sugerencias.
1. Enséñeles a poner su confianza en el lugar correcto.
Los miedos se alimentan de aquellos lugares incorrectos donde se
ha puesto la confianza. Confiamos en nosotros o en nuestras circunstancias o
nuestros sueños, e idolatramos nuestra seguridad por encima de nuestro
Salvador. Para luchar en contra del temor, debemos cultivar la confianza en la
persona que está en control y que nunca cambia. La mejor arma en contra del
miedo es la fe.
2. Prepárelos para las dificultades.
Decirles a los adolescentes que la vida será fácil si ellos
siguen a Jesús es una mentira espectacular. Les da una falsa expectativa que
solo alimentará sus miedos. Después de todo ¿qué sucede cuando nuestro sueño de
trabajo se desvanece o falla dramáticamente? Le da un sacudón al fundamento que
ya de por sí tiene fallas. Ayúdennos a enfrentar el miedo, preparándonos para
circunstancias que nos intimidarán.
3. Anímenos con su experiencia.
El miedo no es un pecado exclusivo de los adolescentes, para
nada. ¿Ha considerado compartir con sus adolescentes acerca de sus propias
luchas e historias donde ha estado involucrado el miedo? Anímelos para que
sepan que no están solos. Muéstreles cómo el evangelio trae libertad —y
continúa liberándonos— del miedo.
4. Combata el miedo con la gratitud.
El miedo mengua cuando la gratitud crece. Enséñeles a sus adolescentes
a arrancar el miedo con una gratitud intencional. Si tienen miedo de empezar en
una nueva escuela, ayúdeles a crear una lista de aquellas experiencias por las
que están agradecidos. Muéstreles lo que significa tener su mirada en el lugar
correcto.
No se olvide de recordar
Jesús dijo que no tenemos razón para temer (Mateo 10:28) Ninguna
razón. Pase lo que pase, Dios tiene el control y Él nos cuidará. Aun así,
sentimos miedo, adolescentes y adultos.
Tenemos miedo porque nos olvidamos. Entonces, la medicina para
el miedo es recordar.
Recordar que Dios es soberano. Recordar que Dios es bueno.
Recordar que Dios ama a sus hijos. Recordar que Dios es fiel. Recordar que Dios
está presente. Recordar que Dios está por nosotros en Cristo, siempre de
nuestra parte sin importar qué.
Entonces, ¿por qué deberíamos tener miedo?
Escrito por Jaquelle Crowe
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