1.- Base Bíblica: Josué 24:15; Mateo 7:24-27; Filipenses 3:12-16
2.- Objetivos:
2.1.- Que al término del Grupo Familiar, los participantes reconozcan la
importancia de trabajar en la edificación de familias sólidas.
2.2.- Que al término del Grupo Familiar, los participantes comprendan la
necesidad de aplicar sanos principios y valores en la edificación de una
familia sólida.
2.3.- Que al término del Grupo Familiar los participantes asuman en su
vida la perseverancia en la meta de edificar una familia sólida.
3.- Desarrollo del tema:
Lucía tuvo una discusión con su
esposo. Una diferencia que pudo resolverse a tiempo. Fácilmente, de haber hecho
un alto en el camino. No obstante, no supo cuándo detenerse. Las ofensas
subieron de tono. Su esposo no respondió palabra. Simplemente salió, y nunca
volvió. Los esfuerzos de la joven mujer por encontrarlo, resultaron
infructuosos.
Ramiro se enredó con una mujer
distinta de su esposa, con solo responder a un mensaje en las redes sociales.
Palabras que despertaron inicialmente su curiosidad y que se convirtieron, a la
postre, en las puertas abiertas para un encuentro extramarital.
Su esposa lo descubrió y decidió
romper con su relación matrimonial. Aunque Ramiro le juró una y mil veces que
jamás lo volvería a hacer, ella no desconoció su promesa sino que se fue a
trabajar a otra ciudad.
Sergio se enteró un domingo en la
tarde que su hijo de 16 años estaba inmerso en las drogas. Le recriminó pero
pasó la hoja a la historia. No volvió a hablar del asunto. Ni siquiera lo
abordó con su esposa Marta. El muchacho murió dos años después por una
sobredosis de heroína. Estaba con otros chicos consumiendo drogas.
Sergio aún se lamenta por no
haber intervenido a tiempo. Es consciente que pudo cambiar el curso de los
acontecimientos de su primogénito. Sencillamente no actuó oportunamente.
Tres historias aisladas que
tienen un denominador común: Malas decisiones. Y una conclusión que salta a la
vista: Una buena o mala decisión marca la diferencia.
3.1. Abrirle las puertas a Dios
en la familia
Una familia como cualquiera otra,
en una ciudad de las tantas que hay en Latinoamérica, un día como tantos otros
del calendario, pero algo distinto: Estaban discutiendo el divorcio. Imagine la
escena: La esposa recrimina a su marido porque no le dedica tiempo, porque
llega tarde del trabajo, porque no ayuda a los niños a hacer sus tareas y
porque el fin de semana lo pasa con sus amigos.
El esposo por su parte se queja
de los descuidos de la mujer, de que chismorrea todo el tiempo por teléfono, de
no tomar decisiones a tiempo sin antes consultarla con su madre y, por último,
de ser botarates.
Definen el día en que irán donde el abogado. “Escoge
tu a quien quieras, lo que soy yo, no voy a poner objeciones para firmar la
separación”, le dice el hombre visiblemente alterado. Se le agotó
la paciencia. Sus palabras son tomadas por su cónyuge como una ofensa. “Ya
ves: Tus actitudes le dan la razón a mis quejas”. Concluye el día
con una profunda desazón. Creen que no hay salida al laberinto.
Es una escena que se repite con
frecuencia. La protagonizan hombres y mujeres que procuran vivir el matrimonio
a su manera y que marginan a Dios de sus vidas. Frente a las dificultades,
hacen acopio de toda la artillería de libros sobre sicología, motivación o
superación que han leído. No obstante, sus esfuerzos resultan vanos e
invariablemente les conducen al desaliente. Es en ese momento cuando optan por
separarse.
El especialista, Gary Rosberg,
escribe:
“Cuando los
círculos se dejan abiertos, los conflictos se acumulan y se apilan unos tras
otros. El enojo acude. El lazo matrimonial se tensa. La amargura pesa en el
corazón. Y dos personas que una vez estuvieron muy merca una de la otra, y muy
conectados, llegan al nivel de rechazo mutuo cada vez más.” (Gary y Barbara
Rosberg. “Matrimonios a prueba de divorcio”. Editorial Unilit. EE.UU.
2005. Pg. 100)
Los tropiezos
son inevitables en toda relación humana y pueden tornarse más frecuentes en la
relación de pareja. No podemos olvidar que se trata de un proceso en el que se
unen dos vidas bajo un mismo techo. Los conflictos que inicialmente desatan
desánimo y desilusión, van tomando fuerza hasta convertirse en factores
determinantes para el divorcio.
¿Hay una salida? Por supuesto que
sí. Está en Jesucristo. Cuando le concedemos el primer lugar en nuestras vidas
la perspectiva cambia. Comprendemos que hay alternativas distintas a
divorciarse.
Darle el primer lugar al Señor es
la mejor decisión que podemos tomar y de la que, sin lugar a dudas, jamás nos
arrepentiremos.
Hace muchos siglos un guerrero que mantenía una vida intensa de
trabajo, pero aun así velaba por su familia y la fidelidad a Dios, reunió a una
multitud y a sus líderes. Le estoy hablando de Josué, el conquistador de la
tierra prometida. Después de exponerles las enormes bendiciones que tenían
enfrente, los confrontó:
“Pero
si te niegas a servir al Señor, elige hoy mismo a quién servirás. ¿Acaso
optarás por los dioses que tus antepasados sirvieron del otro lado del
Éufrates? ¿O preferirás a los dioses de los amorreos, en cuya tierra ahora
vives? Pero en cuanto a mí y a mi familia, nosotros serviremos al Señor.”
(Josué 24:15. NTV)
Por encima de los tropiezos de la
cotidianidad, de los malos momentos que amenazan con robarnos la paz interior,
de las desavenencias con su cónyuge, Josué tenía muy claro en su corazón que
Dios debía ocupar el primer lugar en su vida y en la de su familia.
Esa perspectiva no solo es
importante sino que se constituye en una decisión que puede marcar la
diferencia en la existencia de todos nosotros. ¡Dios debe reinar en nuestra
relación familiar! Él nos asegura la victoria si le permitimos guiarnos.
3.2. Edifique su familia a
partir de principios y valores
Cierta joven con la que hablé al término de una conferencia en la
Universidad, me compartió su razón para no caer en la promiscuidad sexual como
había acontecido con el resto de sus compañeros. “Mis
padres me formaron en principios cristianos; por ese motivo tengo muy claro que
no puedo ni debo ceder a mis deseos simplemente para obtener un placer
momentáneo. Cuando decida la intimidad con alguien, ese alguien será mi esposo para
siempre”, dijo.
Puede que su posición no
resultara muy popular en el campus universitario, pero puedo asegurarle que no
solo le evitó muchos dolores de cabeza sino que se convierte en el primer paso
para construir un matrimonio sólido.
Sentar las bases de un hogar que
permanezca en el tiempo, que logre superar los tropiezos y los embates de los
desiertos que no faltan en la relación de pareja y con los hijos, parte de un
fundamento: Alimentar la relación con principios y valores. Preceptos que nos
ayudan a permanecer firmes en medio de una sociedad descompuesta como la
nuestra.
El Señor Jesús compartió con millares de personas y con nosotros
hoy, una enseñanza que jamás pierde vigencia: “Todo
el que escucha mi enseñanza y la sigue es sabio, como la persona que construye
su casa sobre una roca sólida. Aunque llueva a cántaros y suban las aguas
de la inundación y los vientos golpeen contra esa casa, no se vendrá abajo
porque está construida sobre un lecho de roca. Sin embargo, el que oye mi
enseñanza y no la obedece es un necio, como la persona que construye su casa
sobre la arena. Cuando vengan las lluvias y lleguen las inundaciones y los
vientos golpeen contra esa casa, se derrumbará con un gran estruendo». Cuando
Jesús terminó de decir esas cosas, las multitudes quedaron asombradas de su
enseñanza, porque lo hacía con verdadera autoridad, algo completamente
diferente de lo que hacían los maestros de la ley religiosa.” (Mateo 7:24-27
NTV)
Forjar una familia en principios
y valores no es un proceso que se da de la noche a la mañana. Demanda tiempo y
perseverancia. Los primeros llamados a asumir el compromiso de cambio, somos
los esposos; transferimos— a partir del ejemplo— esa misma visión a nuestro
cónyuge y vamos extendiendo a nuestros hijos la importancia de estar edificados
en pautas claras, patrones de vida que interiorizamos y que terminan por
afectar positivamente nuestra forma de pensar y de actuar.
Si Dios ocupa el primer lugar,
sin duda avanzaremos en la dirección correcta y aun cuando vengan dificultades,
no temeremos porque vamos seguros, asidos de la mano del que Todo lo Puede.
Los principios y valores nos
permiten cimentar una buena integración en la pareja pero también, en el esquema
padres-hijos. Constituyen basamentos que permanecen en el tiempo, que resultan
inamovibles aun cuando el mundo que nos rodea sea inmoral y legitime la
violencia intrafamiliar, la separación ante la más leve señal de alarma y la
promiscuidad sexual.
Cito aquí lo que plantea el autor
William Wuese, que resulta apropiado para nuestra reflexión:
“Yo creo que
el ser uno solo, en nuestra condición de pareja, es lo que hace tan especial el
matrimonio. La relación matrimonial debe ser un paralelismo que el Señor
quiere con cada uno de nosotros: Una relación profunda e íntima en la que se
comparten las emociones, puntos de vista, deseos y pensamientos mutuos.”(Bill
Wuese. “23 minutos en el infierno”. 2006. Casa Creación. EE.UU. Pg. 52)
En Dios, con
ayuda de Dios y mediante la permanencia en Dios, nuestra vida cobra sentido.
Cada instante vale la pena ser vivido. Las situaciones, por difíciles que
parezcan, se pueden superar. No hay razón para temer, sino para avanzar hacia
la victoria sobre toda situación cotidiana que salga al paso. Recuerde que el
secreto estriba en darle a Dios el primer lugar, y el segundo paso: fundamentar
nuestra familia en principios y valores.
3.3. Siga a la meta, no se
detenga
Cuando me dirijo a grupos de
personas en conferencias o cuando escribo sobre los fundamentos para edificar
una familia sólida, el asunto despierta interés. No he visto jamás un esposo o
una esposa que desestime el asunto. Hay muchas razones. Han descubierto que
tras muchos años de convivencia, la relación enfrenta dificultades y, si no se
toman decisiones oportunas, amenaza con un fraccionamiento hasta llegar al
divorcio.
La separación, a su vez, trae
dolor a todos: A los cónyuges en primer lugar, y a los hijos que terminan
condenados a criarse en un hogar sin padres.
Nicole descubrió que su esposo la
engañó en cierta ocasión que viajó fuera de la ciudad para asistir a un
congreso. Algo doloroso para ella como mujer. Los momentos de desolación fueron
muchos y, a primera vista, creía que la única solución era separarse.
Su perspectiva de la vida cambió
cuando comenzó a buscar a Dios y orar. Fue entonces que decidió darle una nueva
oportunidad a su marido, quien dicho sea de paso, en efecto evidenció cambio.
El autor y conferencista, Gary
Rosberg, escribió:
“Se necesita
valor para restaurar y reconstruir una relación, sin importar de qué lado de la
ofensa te encuentres. Se necesita paciencia, tiempo, confianza y, en algunas
ocasiones, hasta lágrimas, antes de llegar a un arreglo.” (Gary y Barbara
Rosberg. “Matrimonios a prueba de divorcio”. Editorial Unilit. EE.UU.
2005. Pg. 102)
Una vez decidimos con ayuda del Señor salvar nuestro matrimonio,
el paso siguiente es— como lo hemos anotado— cimentar la relación de pareja y
con los hijos sobre la solidez de los principios y valores cristianos. Y el
tercer nivel hacia el cual debemos avanzar es la perseverancia. Jamás habremos
terminado de trabajar en un hogar que, aspiramos, permanezca firme en el tiempo.Perseverancia,
esa es la clave. El apóstol Pablo escribió:
“No
quiero decir que ya haya logrado estas cosas ni que ya haya alcanzado la
perfección; pero sigo adelante a fin de hacer mía esa perfección para la cual
Cristo Jesús primeramente me hizo suyo. No, amados hermanos, no lo he
logrado,* pero me concentro únicamente en esto: olvido el pasado y fijo
la mirada en lo que tengo por delante, y así avanzo hasta llegar al final
de la carrera para recibir el premio celestial al cual Dios nos llama por medio
de Cristo Jesús. Que todos los que son espiritualmente maduros estén de acuerdo
en estas cosas. Si ustedes difieren en algún punto, estoy seguro de que Dios se
lo hará entender; pero debemos aferrarnos al avance que ya hemos
logrado.” (Filipenses 3:12-16. NTV)
Recuerde que el crecimiento, y en
este caso aplicado a la relación familiar, es un proceso que se afianza si
vamos tomados de la mano del Señor Jesús. Si Él gobierna en casa, puedo
asegurarle que no hay nada que temer… Y si surgen problemas, con su divina ayuda
podremos resolverlos.
Tenga en cuenta que edificar una
familia sólida parte de una decisión: Su decisión. Y esa determinación debe
permanecer en el tiempo. Si al comienzo no apreciamos los resultados que
esperábamos, seguimos adelante, sin desmayar, convencidos que nada podrá
detenernos, que el Señor nos asegura la victoria en las batallas, que con el
paso del tiempo veremos los resultados. No se desanime. Hoy es el día para dar
el primer paso en esa dirección…
Preguntas para la discusión en
grupo:
a.- ¿Por qué es importante que Dios ocupe el primer lugar en nuestra
vida familiar?
b.- ¿De qué manera nos puede ayudar el Señor Jesús si tenemos
dificultades en familia?
c.- ¿Por qué es importante edificar la familia en principios y
valores?
d.- ¿Qué influencia ejercen los principios y valores en nuestro
cónyuge y nuestros hijos?
e.- ¿Por qué razón tenemos la certeza de que Dios nos ayuda a
perseverar en la edificación de familias sólidas?
f.- ¿Cuáles son sus aportes para edificar familias sólidas esta semana?
Oración al terminar la Célula
familiar:
“Amado Señor, agradecemos que
estés siempre con nosotros y que nos ayudes— por tu infinito amor y
misericordia— a encontrar soluciones a los conflictos que surgen cada día. Te
pedimos que reines en nuestro hogar, que ocupes el lugar que te corresponde y que
guíes nuestros pasos en cada momento. Sometemos este día en tus manos. Amén.”
Escrito por: Fernando Alexis Jiménez
Artículo Original:
http://www.mensajerodelapalabra.com/site/?p=1800
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