La
declaración contenida en el Salmo 68:19, debe ser la cotidiana experiencia de
todo hombre y mujer que tiene a Dios como el Señor de su vida. Para poder
testificar personalmente de la forma que el Salmista lo hace aquí, se necesita
una identidad de siervo, ante la majestad del Señor, quien no merma su
benevolencia, a pesar de lo absolutamente encumbrado de su magnificencia. El versículo
resume, tanto la inexplicable clemencia divina, como nuestro deber de bendecir
al Padre por su generosidad inquebrantable: “Bendito el Señor; cada día nos
colma de beneficios el Dios de nuestra salvación”.
Con el mismo término, el
propio David nos recomienda recordar los abundantes beneficios del Señor: “Él
es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias; el que
rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordias; el que
sacia de bien tu boca, de modo que te rejuvenezcas como el águila. Jehová es el
que hace justicia y derecho a todos los que padecen violencia…” (Sal. 103:3-6).
Es notable que este inventario de bendiciones, comienza con el regalo más
importante que Dios le pueda dar al hombre, a saber, el perdón de todos sus
pecados. A partir de ahí, coronas, sustento, rejuvenecimiento, justicia, y un
colmar de inexpresables riquezas de bien.
Una vez
que hemos sido salvos del poder del pecado, por el sacrificio de Cristo en la
cruz, entonces, el Señor nos colma de beneficios. Pablo enumera algunos de
ellos:
· nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en
Cristo,
· nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y
sin mancha delante de él,
· para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo,
· nos hizo aceptos en el Amado,
· en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados…
· dándonos a conocer el misterio de su voluntad…
· En él asimismo tuvimos herencia…
· En él también… fuimos… sellados con el Espíritu Santo de la promesa (Ver Ef.
1:3-14).
Es muy
importante que nuestro concepto sobre aquello que verdaderamente amerita
llamarse beneficio, se corresponda con la percepción con que Dios mide el bien.
Jesús enseñó que los malos e injustos también reciben ciertos favores de
nuestro Padre: Él hace salir su sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre
justos e injustos (Mt. 5:45).
Pero aun siendo beneficiados en cuanto a lo
terrenal, si no tienen arregladas sus cuentas con Dios, sus almas se pudieran
perder eternamente. “Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el
mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” (Mt.
16:26).
Un hombre a quien se conoce en la Biblia como el rico insensato, tenía
la vida “arreglada” desde su necia escala de valores. Sus proyectos eran seguir
almacenando riquezas, y después vivir reposado muchos días. Si de beneficios
materiales se tratara, quizás nadie en su región lo podría superar. Pero su
egoísmo ateo, no le había dejado percibir la desnudez que padecía su alma.
Ninguno de sus proyectos soñados en medio de su vano esplendor, los pudo llevar
a cabo, porque súbitamente, vinieron a pedirle su alma, y voló al lugar de las
más terribles miserias. Se fue a la eternidad sin el beneficio de haberse
reconciliado con Dios (Ver Lc. 12:16-21).
Como hijos de Dios, nos pudiera parecer justo hacer aquí una enorme lista de
beneficios que el Señor otorga a los que somos suyos. Pero en verdad, al
madurar en la fe, sabemos, que, si cada día amanecemos en Cristo, y si
diariamente el Espíritu Santo vive en nosotros, también nos podemos contar
entre los que están colmados cotidianamente de todo el bien de Dios. El
beneficio de la salvación en Cristo, representa a tal manera estar colmado de
bien, que el escritor sagrado se atreve a decirnos: “vosotros estáis completos
en él” (Col. 2:10).
Además,
es notable en el Salmo 68, que la salvación no está diseñada para
beneficiarnos, solamente, en los primeros días de la conversión. “Nunca digas:
¿Cuál es la causa de que los tiempos pasados fueron mejores que estos? Porque
nunca de esto preguntarás con sabiduría” (Ec. 7:10). El Dios de nuestra
Salvación nos colma de beneficios, cada día. Eso es inmensidad divina, amor de
una constancia indescriptible, es recurso eterno ilimitado, es fuente que brota
a raudal de la benevolencia del Padre, es una demostración continua de que, en
verdad, Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos (He. 13:8).
La
Biblia habla de un presente no deteriorado para los que estamos en Cristo, de
un ahora que no está en desventaja con el ayer. Por tanto, dice: “He aquí ahora
el día de Salvación” (2 Co. 6:2). “Este es el día que hizo Jehová; nos
gozaremos y alegraremos en él. Oh Jehová, sálvanos ahora, te ruego; te ruego,
oh Jehová, que nos hagas prosperar ahora” (Sal. 118:24-25).
David
conoce el nombre de nuestro beneficiador. Le llama, el Dios de nuestra
salvación. Él es quien “… nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y
trasladado al reino de su amado Hijo” (Col. 1:13). “Así que recibiendo nosotros
un reino inconmovible, tengamos gratitud” (He. 12:28). La Biblia condena
severamente el no glorificar a Dios y el no darle gracias, por parte de
aquellos que antes lo habían conocido (Ver Ro. 1:21). Así que, en todo tiempo,
su alabanza debe estar de continuo en nuestra boca (Ver Sal. 34:1). Los que
somos saturados de sus buenas dádivas, debemos estar inspirados a decir: “Te
alabaré…” (Sal. 30:12). “Así cantaré tu nombre para siempre, pagando mis votos
cada día” (Sal. 61:8). “Glorificaré tu nombre…” (Sal. 86:12). “Cada día te
bendeciré” (Sal. 145:2). Como quienes reciben nuevas misericordias cada mañana,
los salvados debemos decir: “Bueno es alabarte, oh Jehová, y cantar salmos a tu
nombre, oh Altísimo; anunciar por la mañana tu misericordia, y tu fidelidad
cada noche” (Sal. 92:1-2).
Amados,
es mi ruego al Señor, que abra nuestros ojos para que podamos ver, ¡cuán llenos
estamos del bien que ha emanado de la Cruz!, a tal modo que podamos decir
también, ¡Bendito el Señor!
Fuente ://www.gacetacristiana.com.ar/
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