viernes, 3 de noviembre de 2017

La Paz de Dios en Medio de la Adversidad - Reflexión


La paz de Dios puede ser una realidad en nuestra vida en medio de la adversidad. La paz os dejo, mi paz os doy, yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo. Juan 14:27.

Hace algunos años, en la populosa Nueva York, un joven sentía la vida en plenitud, era feliz, tenía juventud, una esposa a quien adoraba y la dulce espera del fruto de su amor.

Pero una noche, mientras las enfermeras entraban y salían nerviosas de la sala de operaciones, su querida esposa murió, dejándole una pequeña niña. La vida de su hija había costado la vida de su compañera. El desesperado hombre, a solas con su tragedia, se dijo llorando: "esta noche las sombras del dolor borran de mi alma la imagen de Dios". Tiempo después, dejando a su retoño con sus padres, se embarcó para Corea. Su propósito era que el drama de la guerra, en toda su crudeza, silenciara el drama íntimo de su atormentado corazón. Cinco años quedó en Asia, de tanto en tanto recibía noticias de su pequeña. 

Y un 22 de diciembre recibí un telegrama que le desmoronó: su hija había estado al borde de la muerte por un ataque de poliomielitis o parálisis infantil, la ciencia la había salvado pero sus piernitas habían quedado afectadas. De inmediato, el atribulado padre hizo sus maletas y tomó el primer avión hacia su patria.

¡Qué oscura aquella noche volando sobre el Pacífico, qué vacío en el alma de un hombre que debe enfrentar la miseria del dolor sin tener en su corazón la imagen de Dios! Por fin la nave aérea llegó a la ciudad donde había pasado las horas más felices de su vida. El frio era intenso, pero más helada estaba la esperanza en su experiencia vacía, Llegó nerviosamente a la puerta de la casa de sus padres, luego de un momento de vacilación llamó y su madre canosa lo recibió con un beso. Era veinticuatro de diciembre, víspera de Navidad, al entrar al living encontró dos cosas amadas: a la derecha, el árbol de Navidad, parecía una ironía, y a la izquierda su pequeña hija, aguardándole apoyada en sus muletas.

El padre la miró, era largo el discurso que había pensado para alentaría, pero frente a frente con el dolor no pudo decir nada. ¡Qué podría decir un hombre que ni siquiera tenía a Dios! Así que su hija le habló primero, diciéndole: "¿papá, por qué me miras así?, yo sé que si hoy no camino, tal vez camine mañana. Sabes papá, lo que más me duele de tener las piernas duras es que ya no puedo arrodillarme noche a noche junto a mi cama para pedir a Jesús que te cuide a ti en la guerra y a mamá en el cielo"... El hombre comenzó a llorar, eran lágrimas sublimes, era llanto de hombre. Y su hija mirándole con santa impertinencia le dijo: "papá no te da vergüenza ser tan grande y militar y llorar, y además hoy no quiero que llores, hoy es Navidad". .. Pero el padre le respondió: Hija, déjame llorar, porque estas lágrimas son la evidencia de que esta noche en medio del dolor he vuelto a ver en tu fe a Dios.

Y nos alejamos de la escena, ya no nos pertenece, y al pasar frente al cristal de la ventana vemos dos sombras, tienen la misma estatura pero una está de pie la otra, de rodillas: es una pequeña niña que ya no podrá arrodillarse jamás, pero que con la fuerza de su fe ha puesto de hinojos a su padre. Dos almas unidas en el espíritu de la Navidad, en el drama inexplicable del dolor, p2ero en la gloria de 'la fe en Dios.

Una historia conmovedora pero humana.- El triunfo de la fe sobre el dolor, la victoria de Dios sobre las sombras, una experiencia sublime que puede ser tuya ahora y siempre si recibes a Cristo en tu corazón como Salvador, maestro y amigo. El dijo: "Mi paz os dejo, mi paz os doy, no como el mundo la da, yo os la doy", Déjale al Hijo de Dios el santuario de tu vida y sentirás lo inalterable de su paz inundar tu alma, dándote serenidad, fe y esperanza para enfrentar el drama humano del dolor

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