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La China
comunista y oficialmente atea es el país que más biblias imprime de todo el orbe. Este año llega llegarán a 150 millones de Biblias 'made in China'.
Entramos en la mayor fábrica del mundo del libro de los libros. Ocupa como 8
campos de fútbol. Está en China a cargo de una ONG cristiana, sus 600 empleados
hacen 70 biblias por minuto.
Como
recuerda la señora Ma, la iglesia de Monchou Road de Nanjing fue confiscada
como otras muchas en 1967, al inicio de la Revolución Cultural, y no volvió a
ejercer como templo cristiano hasta 1980.
"La
convirtieron en una imprenta del Libro Rojo de Mao (Zedong)", explica
sentada en una de las dependencias del edificio. Fue un gesto cargado de
simbolismo. Durante aquellos turbulentos años (1967-77), los Guardias Rojos se
dedicaban a confiscar y quemar las biblias.
El Libro
Rojo debía ser el único referente ideológico.
Para
familias como la de Ma, la simple lectura del texto sagrado de los cristianos
pasó a ser una actividad casi subversiva. "Mi familia tenía una Biblia que
manteníamos escondida. Nos reuníamos en casa y otros cristianos copiaban
pasajes para leerlos más tarde. Lo normal es que la gente guardara capítulos de
la Biblia escritos a mano y se congregaran para juntarlos y poder leer todo el
libro", recuerda la mujer, de 69 años.
La
imprenta Amity está a pocos kilómetros del templo evangélico que frecuenta Ma,
en la misma ciudad de Najing (sur de China), pero el contraste entre la memoria
de la señora y la actividad incesante a la que se asiste en esta factoría
resume el inmenso giro que ha registrado la nación asiática en estas últimas
décadas.
LA
CLANDESTINA “BIBLIA DE BAMBÚ”
Un cambio
tan alegórico como comparar las pocas decenas de biblias que se fabricaron de
forma clandestina durante la Revolución Cultural (escritas a mano por grupos de
creyentes que memorizaban los capítulos, los reproducían por partes y en
lugares diversos para minimizar el peligro, y más tarde los juntaban hasta
conformar el texto completo) con la copia cubierta del más exquisito bambú que
produjo Amity en 2012 para conmemorar la impresión de los 100 millones de esta
narración religiosa.
"Sólo
hay mil copias de esta edición. El bambú requiere mucha agua y para nosotros la
Biblia es agua viva. Además, en China el bambú se asocia con la
integridad", explica John Zhang, portavoz de la empresa, mientras muestra
sus instalaciones.
El
documento bíblico encuadernado con bambú ocupa una de las muchas urnas de
cristal dedicadas a reflejar la historia de esta compañía que ha generado otra
de las muchas contradicciones de la China comunista: que siendo un país
oficialmente ateo es al mismo tiempo el que más biblias imprime de todo el
mundo. Amity tiene previsto alcanzar 150 millones este verano, según su
presidente, Qiu Zhonghui.
18
MILLONES DE BIBLIAS AL AÑO
La enorme
factoría de Amity Printing, capaz de facturar hasta 18 millones de biblias al
año, es un proyecto conjunto de la Fundación Amity, una ONG cristiana local, y
Sociedades Bíblicas Unidas, un grupo protestante británico que difunde la
doctrina cristiana.
Sus
talleres son una sucesión interminable de maquinaria, toneladas de papel
(consumen 100.000 al año) y 600 empleados capaces de imprimir entre 60 y 70
copias del texto cristiano por minuto.
"La
mitad de nuestra producción está dirigida a los cristianos chinos y la otra
mitad al exterior. Publicamos biblias en cerca de 90 idiomas y las enviamos a
70 países, España y América Latina incluidas. No son sólo biblias protestantes
sino también católicas", le secunda Vivian Wei Zheng, una de las
directivas de la Fundación Amity.
Los
ejemplares de la compañía se comercializan en China a 32 yuanes (poco más de 4
euros), un precio muy por debajo de su coste de producción y que sólo se
explica gracias a las subvenciones que recibe la distribución del libro
cristiano por asociaciones de la misma creencia. Ma lleva 20 años en Amity, en
el departamento de biblias en braille. Fue aquí, en el 2003, donde se convirtió
a esta fe. "Para mí éste es un trabajo sagrado. Jesús me concedió la
suerte de poder producir biblias", afirma el empleado.
Ma lleva
20 años en Amity, en el departamento de biblias en braille. Fue aquí, en el
2003, donde se convirtió a esta fe. "Para mí éste es un trabajo sagrado.
Jesús me concedió la suerte de poder producir biblias", afirma el
empleado.
TRABAJO Y
FE ACTIVOS
Además de
cursos de capacitación técnica, Amity también intenta promover el aprendizaje
espiritual de trabajadores como Ma Wei.Personal cristiano y del PCC "No
somos una iglesia. No hacemos proselitismo, pero es cierto que tenemos un
número significativo de empleados cristianos. Pero también miembros del Partido
Comunista Chino" (PCC), se apresura a matizar Vivian.
"Solemos
organizar charlas para los trabajadores con pastores y líderes cristianos.
Intentamos concienciarles sobre el carácter especial de esta empresa. No
producimos cualquier cosa, sino biblias, un libro que puede cambiar el mundo.
Queremos que entiendan que su desempeño tiene una enorme significación",
añade la directiva, ella misma cristiana.
LA PUERTA
QUE ABRIÓ JIMMY CARTER
El origen
de Amity Printing Company está íntimamente relacionado con el encuentro que
mantuvieron Deng Xiaoping y el entonces presidente de EEUU, Jimmy Carter, en
1979 y que marcó el final del ostracismo internacional que había generado la
política maoísta.
Carter, un
devoto cristiano evangélico, le pidió al líder chino que reabriera las iglesias
clausuradas por la Revolución Cultural, volviera a permitir la impresión de
biblias y el regreso de los miles de misioneros que habían sido expulsados de
ese territorio en 1950. Deng accedió a las dos primeras demandas y rechazó la
última.
La
decisión de Deng Xiaoping marcó el resurgir de una religión que durante casi
una década había pasado a la clandestinidad y que ahora supera los 60 millones
de fieles, compitiendo junto con el budismo y el propio PCC por captar las
adhesiones de la población local.
Hay
actualmente un recelo sobre la Biblia como extensión de las renovadas
suspicacias que genera el cristianismo en la cúpula del PCC desde que Xi
Jinping accedió al poder.
Él mismo
alertó recientemente sobre la supuesta "infiltración foránea a través de
la religión" y conminó a los miembros de la formación comunista a permanecer
como "incondicionalmente ateos".
La
desconfianza oficial se fundamenta en la posible rivalidad que perciben en una
religión a la que pertenecen muchos de los activistas y abogados locales más
significados en la defensa de los derechos humanos.
Las
suspicacias de Pekín se han traducido en una arremetida del poder contra la
simbología cristiana en Zhejiang, donde cientos de iglesias han visto cómo les
amputaban las cruces que coronaban sus edificaciones.
Este nuevo
entorno político ha añadido un grado más de incertidumbre al trabajo de Amity
Printing. La firma reconoce que se mantiene aferrada al principio de que todas
las biblias destinadas al mercado interno se vendan a través de asociaciones
como el Consejo Cristiano Chino, que agrupa a las iglesias protestantes
controladas por Pekín, lo que les ha reportado las críticas de activistas como
Bob Fu, de la ONG norteamericana Ayuda a China, que les recrimina proveer sólo
a las cerca de 60.000 iglesias "oficiales" ignorando a la creciente
cantidad de agrupaciones cristianas que optan por mantener su independencia
respecto al PCC.
Para
Vivian Wei Zheng, Amity es el resultado de la nueva realidad a la que asiste
China, donde las brutales carencias de antaño han pasado a ser parte de la
atribulada memoria de una gran parte de la población. La directiva cree que
"cuando tienes satisfechas las necesidades materiales buscas algo más. Hay
chinos que han decidido rezar al dinero, que sólo creen en el poder de la
riqueza. Otros, como nosotros, persiguen algo más cercano, que les satisfaga
sus necesidades espirituales". Para ella, la respuesta está en la Biblia.
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