¡Qué
mucho escuchamos hablar del estrés! Decían que era la enfermedad del siglo
XX, pero la realidad es que el estrés, una de las enfermedades más
dañinas, continúa haciendo estragos, no solamente en la vida de gente adulta si no también en
jóvenes y niños de esta generación. Lo peor de todo es que tal parece que llegó
para quedarse.
Pero para hablar del
estrés hay que definirlo. El estrés consiste en la acumulación de las presiones
normales y anormales de la vida diaria, que ponen a prueba la
habilidad del individuo para enfrentarlas”.
El ser humano ha entrado en un ritmo de actividades que muchas
veces lo supera, otras veces olvidamos quiénes somos y tomamos el rol de
máquinas en continuo movimiento. El estrés es una parte normal de la vida de
toda persona y en bajos niveles es algo bueno, ya que motiva y puede ayudar a
las personas a ser más productivas.
Sin embargo, el exceso de estrés o una
respuesta fuerte al estrés es dañino. Nos estresamos cuando hay que llegar a
tiempo al trabajo, tener la cena lista, recoger a los niños de la escuela,
llegar a tiempo a la cita médica, cuando hay mucho tráfico, cuando el jefe nos
exige demasiado, cuando el dinero no nos da, cuando son más las demandas que el
tiempo, etc.
Todos sufrimos un grado
de estrés y eso es inevitable y hay que recordar que nuestra salud depende del
grado de estrés que padezcamos. Hay estrés que podemos administrar, es decir,
que tenemos recursos para poder manejarlo, otras veces nos “ahogamos en un vaso
de agua” y le damos mucho pensamiento.
Pensamos en todo lo que
tenemos que hacer en tan poco tiempo y esto nos ocasiona estrés. Podríamos
hablar de muchas situaciones, sin darnos cuenta que al hablar justo de los
problemas que estas situaciones provocan, en lugar de enfocarnos en ellas como
retos y oportunidades que la vida nos da para ser mejores y, poder
desarrollarnos como personas, nosotros mismos nos provocamos un estrés que
puede ser dañino para nuestra salud.
El estrés provoca reacciones neuroquímicas y musculares, hay un desgaste extra
de energía y por lo tanto el sistema inmunológico baja sus defensas. Se siente
agotado, malhumorado, frustrado, deprimido, falta la creatividad, cuando estás
estresado nada te sale bien. Peor aún los pensamientos que genera son de pesimismo y
destrucción. Hay personas que le dedican mucho tiempo a preocuparse y
pensar todo lo que tiene que hacer y esto le causa fatiga mental. Somos el
producto de nuestros pensamientos.
La
pregunta sería: ¿Cómo podemos reducir o manejar el estrés?
1.
Lleva un diario en el que anotes las actividades y acontecimientos del día. Las
que son vitales y las urgentes. De esta manera podrás administrar mejor tu
tiempo.
2. Cambia de escenario, piensa en todas las actividades placenteras que se te
ocurran y que puedas llevar a cabo fácilmente cada día.
3. Una dieta sana y equilibrada es fundamental para que el cuerpo pueda
disponer de todos los nutrientes necesarios para afrontar el estrés.
4. El ejercicio constituye una distracción efectiva de los acontecimientos
estresantes. Una caminata corta puede aliviar el estrés.
5. Identifica los acontecimientos que te causan estrés.
6. Expresa tus sentimientos, expresar como nos sentimos nos ayuda a descargar
eso que nos está causando estrés.
7. Ríete de la vida, la risa y el sentido del humor alivian la tensión, ayudan
a ver las cosas desde otra perspectiva y a tomar distancia de lo sucedido y tiene
un efecto fisiológico que ayuda a reducir los niveles de las hormonas del
estrés
8. Relájate, La relajación disminuye la presión sanguínea y la frecuencia
respiratoria y cardiaca, libera la tensión muscular y alivia el estrés
emocional
9. Medita, sacar un momento de día para meditar, orar, leer, escuchar música
que te relaje.
10. Delega, hay muchos eventos que puedes delegarlos.
Recuerda
que no es lo que te sucede sino cómo interpretas lo que te sucede. No trates de
cruzar el río antes de llegar a él. Pregúntate: ¿Qué es lo peor que me
pueda pasar si no logro mi meta? Relájate, respira y sé feliz.
Si
no pudiste alcanzar lo que te habías propuesto, evalúa cuales fueron los
obstáculos, identifica y busca alternativas de cómo puedes superarlo. No
pierdas la fe, no dejes que tu voluntad sea socavada por fuerzas adversas, por
comentarios negativos, por gente falsa. Tus fuerzas se multiplicarán cuando le
des oportunidad a Dios de trabajar en tu vida.
Desesperarse es perder el control de tu imaginación, creatividad y entusiasmo.
Se nubla tu visión y tu capacidad de buscar alternativas que te permitan
conseguir soluciones. Cuando te enfadas, te disgustas, o te enojas, estás
delegando el control de tus emociones a la otra persona y pasas a ser víctima
de ella. Mantén la calma, recuerda que mientras más grande sea el problema que
tengas que enfrentar, mayor oportunidad tendrás de utilizar el potencial que
Dios te ha dado.
FUENTE: reflexiones.cristianas.com
FUENTE: reflexiones.cristianas.com
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