‘La mayoría de la gente es más capaz e
importante que yo. ¿Quién soy yo para pensar que podría marcar la diferencia?’. ¿Es así como
te sientesí Si es
así, ¡alégrate de que Albert Schweitzer, Tomás Edison, Martín Luter King,
Winston Churchill, la Madre Teresa y el apóstol Pablo no pensaran como tú!
¿Cuántas personas hicieron falta para rescatar al moribundo en el
camino de Jericó? Un buen samaritano. ¿Cuántas se necesitaron para enfrentarse
al Faraón y dirigir el éxodo? Un hombre: Moisés. En 1645, un voto dio a Oliver
Cromwell el control de Inglaterra. En 1776, un voto dio a América el idioma
inglés en lugar del alemán. En 1868, un voto salvó al presidente Andrew Jackson
de ser acusado. En 1941, un voto le dio a Adolfo Hitler el control del partido
nazi.
Ester, una muchacha judía, se casó con un rey pagano,
rompió una larga tradición, se dirigió al salón del trono de su esposo, habló
lo que había en su corazón y rescató a su pueblo de un holocausto. Una mujer,
sólo una, salvó a la nación entera, porque estuvo dispuesta a arriesgarlo todo
y decir: “Si
perezco, que perezca” (Ester 4:16b).
Así que, antes de decir: “Alguien debería hacer esto y no yo”, lee
estas palabras:“Sólo soy uno, pero no obstante, soy
uno. No puedo hacerlo todo – pero puedo hacer algo. Y sólo porque no puedo
hacerlo todo, no me voy a negar a hacer lo que puedo”. Pregúntale a Dios
hoy: “¿Qué puedo hacer en esta situación?”.
Luego, ¡ponte manos a la obra!
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