En una esquina Claro, Telefónica y DirecTV, y en la otra Facebook, Google y Netflix. Crece el malestar entre los operadores por el éxito de las empresas de internet que, afirman, florecen a expensas suyas.
Las
empresas de telecomunicaciones (telcos), dueñas de las redes sobre las que
funciona internet, están cansadas de la fiesta que Facebook, Google, Netflix y
otros negocios digitales de gran impacto realizan a costillas suyas, y han
emprendido una cruzada para presionar cambios en las reglas de juego del
ecosistema digital mundial.
César Alierta, presidente de Telefónica, una de las ‘telcos’ más
poderosas del mundo, habló enérgicamente un par de semanas atrás, durante el
Congreso Mundial de Móviles en Barcelona, exigiendo “mismo servicio, mismas
reglas, misma protección” para todos los jugadores. Se refería a las ventajas
de que gozan las grandes de internet (las redes sociales, los buscadores y los
proveedores de contenidos), que están amasando fortunas enormes gracias a que
operan sobre la web, aprovechando infraestructuras provistas por los operadores
de telecomunicaciones.
El malestar de las ‘telcos’ no es nuevo. Desde hace rato se quejan
de las cuantiosas inversiones que deben realizar permanentemente para asegurar
la expansión de la conectividad y de la banda ancha en todo el mundo. Están
cansadas de la estricta regulación y las cargas tributarias a las que están
sometidas en cada país, mientras las grandes empresas tecnológicas de internet
utilizan esa banda ancha para llegar a audiencias gigantescas bajo el ambiente
de libertad que proporciona la red. Facebook no debe pagar impuestos en cada
país por su operación, solo en donde tiene localizados sus gigantescos centros
de datos; y el dinero que Google recauda por publicidad no es objeto de
tributación local y sus operaciones de negocio solo están regidas por la ley en
Estados Unidos. Visto desde este ángulo, parece claro que las empresas de
internet hacen una bacanal sobre los hombros de los operadores de redes.
Pero la queja de los operadores podría no tener suficiente
solidez. De hecho, al negocio de las ‘telcos’ le ha ido bien en las tres
últimas décadas, en concreto desde los años ochenta, cuando por iniciativa de
Margaret Thatcher y Ronald Reagan se dio comienzo a la privatización total de
las telecomunicaciones en todos los países. No por azar el propietario de una
de ellas –el mexicano Carlos Slim– figura entre los hombres más ricos del
mundo, y otras grandes compañías de telecomunicaciones gozan de cabal salud,
como China Mobile, Vodafone, AT&T y la misma Telefónica de César Alierta,
que ha repartido 12.000 millones de euros entre los accionistas y “les hemos
dicho que eso será lo mínimo que van a recibir en adelante”, según expresó
públicamente en una reunión con directivos, realizada en Madrid en noviembre
pasado.
No es que los operadores presten gratis sus servicios de internet.
Cada uno de los usuarios de las redes sociales y de las plataformas de chat
paga mensualmente una cuota por el acceso, sea a través del contrato triple
play que le suministra televisión, teléfono fijo e internet en casa, o bien
mediante el plan de datos de los más de 7.000 millones de abonados a la
telefonía móvil en el mundo.
Netflix en la mira
Los operadores en Colombia también se pronunciaron. Alberto
Solano, presidente de Andesco (el gremio de las empresas de servicios públicos
y comunicaciones), en representación de Claro, Telefónica, Une, ETB y otras
‘telcos’ nacionales, pidió “equilibrio competitivo” y se refirió específicamente
al caso Netflix, un negocio del género llamado OTT (por sus siglas en inglés)
que consiste en ofrecer video por demanda a través de internet.
Los OTT amenazan el negocio de los operadores de televisión por
cable tradicionales –precisamente Claro, DirecTV, Telefónica, UNE y ETB– puesto
que el público, no solo en Colombia sino en todo el mundo, ha mostrado
preferencia por el modelo de servicio tipo Netflix, en donde se paga una cuota
mucho más baja y se escoge el contenido que se desea ver a cualquier hora y
desde cualquier dispositivo conectado a internet.
Los OTT ya cuentan en Colombia con 800.000 abonados, la mayoría de
ellos en Netflix, que crece a una tasa del 128 por ciento anual, en tanto que
la curva de crecimiento de abonados a la televisión por cable tradicional se ha
estancado. En Estados Unidos, el mercado de televisión por cable se contrajo 20
por ciento desde la irrupción de Netflix, Hulu y Amazon TV, los OTT más grandes
en ese país. “No tenemos estudios que digan que la televisión paga se va a
acabar, pero hemos visto una desaceleración del mercado y en Colombia nuestro
crecimiento ya llegó a su punto culmen”, reconoció Natalia Iregui,
vicepresidente de DirecTV. La ejecutiva pide en concreto una revisión de la
carga regulatoria que pesa sobre los cableoperadores y propone cambiar la forma
en que se financia la televisión pública en el país, que se surte de dineros
que deben girar RCN, Caracol y los cableoperadores. “Cuando usted ve que un
negocio se está agotando los impuestos deben revisarse”, dijo. Por su parte,
Alberto Solano propone dos alternativas: “Desregular a los actuales operadores,
o regular a los OTT, ya que los operadores regulados pagan unas cargas
económicas que los OTT no pagan”.
Los operadores de cable deben aportar un dólar –por cada
suscriptor– al fondo que financia la televisión pública, y están sometidos a la
vigilancia de dos organismos estatales, la Comisión de Regulación de las
Comunicaciones y la Autoridad Nacional de Televisión, en tanto que Netflix está
al margen de todo esto, gracias a que opera como un servicio en internet.
Pero el problema de fondo tiene que ver con tecnología. Google,
Facebook, Netflix y demás gigantes de la red son fruto de los cambios en las
plataformas tecnológicas, que tienen en jaque a los modelos de negocio basados
en tecnologías obsoletas. Uber amenaza a los taxistas, Netflix a los
cableoperadores, y WhatsApp, con sus llamadas gratis por internet, a los
operadores telefónicos tradicionales.
Lida Rippe, consultora de Standard & Poor’s en Washington,
cree que las ‘telcos’ no deberían ver a las empresas de internet como rivales o
enemigas, sino prepararse para competir e insertarse en el nuevo ecosistema
digital. Empresas como Altibox, en Noruega, o TIM, en Brasil, son casos de
operadores tradicionales que fueron capaces de reconvertirse y, actualmente,
ofrecen servicios convergentes que incluyen desde contenidos OTT y llamadas
telefónicas hasta manejo inteligente del hogar, todo en un solo paquete. “No le
teman a Netflix o a Hulu, véanlos como posibles ‘partners’”, afirma.
Las declaraciones de César Alierta abrieron de nuevo el urticante
debate sobre la neutralidad en la red, que es el principio que ha garantizado
hasta ahora que cualquier start-up innovadora que inaugure un servicio sobre internet
tenga acceso a todos los públicos y audiencias globales. Operadores móviles han
propuesto varias veces que se les otorgue el derecho de cobrar tarifas –a modo
de peaje– a los grandes consumidores del ancho de banda (como los buscadores y
las redes sociales), a cambio de prioridad en el tráfico, lo que dejaría en
desventaja a los sitios web de individuos y a los proyectos pequeños. Estados
Unidos rechazó reiteradamente esta propuesta, pero en el Viejo Continente la
presión de los operadores de telecomunicaciones parece tener eco y ha ganado
espacio en la legislación europea. Google, previendo la posibilidad de que en
algún momento las presiones de los operadores móviles surtan efecto, comenzó el
despliegue de su propia autopista, mediante el proyecto Google Fiber, en fase
experimental en algunas ciudades, con el que pone un pie en el mundo de los
servicios de telecomunicaciones.
Con un
panorama tan complejo, en donde los grandes operadores móviles planean
convertirse en proveedores de contenido, porque allí está la parte más jugosa
de los negocios digitales, y en donde dichos proveedores empiezan a instalar
redes propias de telecomunicaciones, es difícil vaticinar el desenvolvimiento
futuro del ecosistema digital
Fuente www.semana.com
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