En cualquier lugar, la
vida en la calle es peligrosa, en especial para un niño. En Haití es mortal.
Pero una mujer está marcando la diferencia, al proveer refugio a niños de la
calle en Cabo Haitiano… atendiendo no solo sus necesidades físicas, sino
también espirituales.
Cada mañana Linsey Jorgenson se
pregunta si los niños de Cabo Haitiano escogerán el refugio o tratarán de
sobrevivir por sí mismos.
"Lo primero que hago
es orar porque se necesita que Dios haga este trabajo con seguridad", dice
Jorgenson.
Linsey es la fundadora de
Streethearts… organización que nació por los niños que cautivaron su corazón.
Las calles de Haití no son lugar
para un niño. Debido a la pobreza, situaciones de abuso o por falta de familia
muchos de ellos terminan allí.
“Son obligados a la adultez a los
5, 6 ó 7 años. Entre más tiempo están en la calle, más difícil será cambiar su
mentalidad o venir a ayudarles porque ya ellos han sido tan maltratados que
creen saber que todo y todos están en su contra”, indica Jorgenson.
Linsey primero se conectó con los
niños de las calles de Haití en 2012. Ella tropezaba con ellos cuando salía a
correr en las mañanas por el boulevard. Pronto descubrió que tenían algo en
común.
“Fue así como definitivamente
quedé atrapada. Yo era la persona extraña del pueblo y también ellos, de alguna
forma, eran los extraños y excluidos en sus comunidades. No tenían a nadie y yo
tampoco. Empezamos a pasar tiempo juntos”, expresó Jorgenson.
Al ganar su confianza, ella oyó
sus historias...
“Tenía 6 años cuando vivía en las
calles. Tenía un amigo llamado Zama y él estaba conmigo en la calle. Estaba con
él cuando llegaron otros chicos y querían cortarnos con una cuchilla. Donde
quiera que íbamos a dormir, ellos aparecían y nos perseguían con esa chuchilla
de afeitar”, indica Ricardo Voltaire.
"Chicos solían venir a
golpearnos y tomar el dinero que ganábamos pidiendo en la calle", relata
Franky Meneor, vivió en la calle.
“Hay fuerte abuso sexual. Niños
de tan solo 7 años en actos sexuales con hombres para recibir comida. Eso pasa
mucho. En situaciones abusivas hemos visto hasta padres electrocutando a sus
hijos. En ese caso fue una pena porque no lo hacían por torturar al niño, sino
por repetir lo que sus padres les hicieron. No saben que eso está mal…",
dice Jorgenson.
Es por eso que Linsey empezó
Streethearts. Su misión: crear un refugio para niños que viven en las calles de
Haití. Y recientemente, vio que tenía un llamado mayor debido al aumento de
violencia en las calles.
“Algo que hemos visto mucho
recientemente es sacrificio infantil, debido a que aquí hay mucho vudú. Un
practicante de vudú viene y por alguna razón paga para robarse el alma de un
niño. Entonces matan al niño, apedreándolo hasta la muerte y luego se roban el
alma. A veces, agarran sus dientes o algo y harán un encanto y esa alma le da
poder e influencia a quienes lo deseen”, comenta Jorgenson.
Esa maldad ha llevado a
Streethearts a ofrecer algo llamado “fase uno” para niños que no están listos
para dejar las calles. Ellos pueden tomar un tap tap o taxi haitiano que los
lleva al refugio. Ellos allí reciben una comida, ducha y cama limpia para
dormir.
"Queremos que sepan que
cuando llegue el día que decidan salir de las calles, allí estaremos",
comenta Jorgenson.
Entonces, se pueden unir al
programa y pasan a vivir a un refugio más grande. Un equipo de Streethearts
trabaja con cada niño, enseñándoles responsabilidad, disciplina y respeto… y
más importante aún, que son valiosos y son amados.
“Somos como figuras paternas y
usamos eso como tratamiento médico para sus vidas”, dice Venel Poliny, de
Streethearts.
“Amor, paciencia… más paciencia y
más amor. Hay que ser pacientes con ellos y de seguro responderán bien”, indica
Francis Edouard de Streethearts.
Linsey siente una lucha diaria
entre el peso de su trabajo y la normalidad de todo.
“Nunca se sabe qué pasará. No se
sabe si un niño morirá ese día, quién se va enfermar y encima de todo eso, uno
lidia con cosas diarias de madre; la escuela, la práctica de fútbol, que un
niño tiene tal problema, que otro quiere que veas su proyecto de arte, hacer
mandados y no son 2 niños, son 75”, dice Jorgenson.
La “fase tres” ayuda a mayores de
18 a enfocarse en desarrollo laboral. Streethearts les encuentra socios para
darles pasantías a los jóvenes.
"Después de 2 años, los
chicos se gradúan y vuelven a la comunidad. Aquellos que son monitoreados por
un trabajador social no se quedan en nuestro hogar, pero sí deben estar
comunicándose con nosotros. Reciben un apartamento por el cual ellos pagan”,
asevera Jorgenson.
El proceso puede ser lento…
transformar un adulto en el cuerpo de un niño de seis años a niño de nuevo,
toma tiempo…
“Es importante dar un paso hacia
atrás de vez en cuando para verlos y ver cuando han avanzado, sea en sus
gestos, cómo visten, cómo se representan a sí mismos, recibir informes
escolares… Uno de nuestros niños más problemáticos ahora es presidente de su
escuela”, dice Jorgenson.
Jorgenson dice que, sobre todo,
su esperanza para estos niños es verlos en el cielo.
"Eso es muy importante para
mí. Cuando yo muera, y ruego que muera antes que ellos, no puedo ver morir a
otro niño. Quiero sentarme en la puerta y sólo tener que esperar a verlos a
todos venir ", precisa Jorgenson.
Así que ella sigue adelante…
incansablemente busca niños que no ha alcanzado aún.
Los niños saben que cada noche
vendrá el tap tap, pero es decisión de ellos si aceptan la ayuda o siguen en
las calles.
Fuente: www.MundoCristiano.tv
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