martes, 10 de noviembre de 2015

Música Cristiana En La Era Digital

Para nadie es un misterio que la manera de distribuir y difundir las producciones musicales ha migrado desde el entorno físico al entorno virtual a una velocidad vertiginosa en la última década.
Las grabadoras de casetes y los tocadiscos ya pasaron a engrosar las listas de los museos, junto a los fonógrafos y gramófonos.
Si a comienzos de los ’80s nos asombraba la claridad del sonido obtenido desde un disco compacto digital — pasando de la tecnología magnética a la óptica — hoy en día nos abruma la sobreabundancia de archivos digitales en pleno reinado de la música “en la nube”, con acceso a través de Internet desde cualquier dispositivo adecuado, y desde virtualmente cualquier punto del planeta.
Esto ha implicado que el enfoque del mercado musical también vaya cambiando, desde el antiguo esquema de lanzar un álbum y anunciar giras para promover la venta de discos, a la nueva norma de lanzar una gira y “viralizar” canciones para promover la venta de entradas.
Tampoco es un descubrimiento reciente que los estilos musicales van evolucionando en el tiempo y ganando admiradores de un cierto rango de edades, como también se van entremezclando entre sí, dando origen a nuevas expresiones tanto regionales como internacionales.
Hace unos días mi esposa buscó en YouTube algo de “música cristiana juvenil” y la lista de reproducción que encontró contenía muchas canciones de hace 5 o más años atrás, bastante lentas y conservadoras para mi gusto, pero que seguramente en su momento resultaron innovadoras o revolucionarias para quien las seleccionó.
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Aunque las clasificaciones por humor/modo/ánimo son bastante inexactas, la radio en Estados Unidos y el Reino Unido — principalmente — han marcado la historia con designaciones genéricas como “CHR” (Contemporary Hit Radio) o “top 40”, que corresponde al cúmulo de música más popular y aceptada socialmente a nivel universal (incluyendo estilos pop, rock, urbano, etc.), y “AC” (Adult Contemporary), que en general corresponde a la música melódica y las baladas, y que en el caso del góspel tradicional, más conservador, también se asocia con la designación “Inspo” (Inspirational).
Por supuesto que hay muchas otras designaciones intermedias, variantes y transiciones, que puedes conocer a través de las listas de Nielsen Soundscan o de Billboard.
También la era digital nos entrega cada vez más herramientas para compartir música legalmente y cada vez son más los artistas que ponen a nuestra disposición sus contenidos basados en la fe a través de distribuidores formales y redes sociales.
Esta verdadera “explosión” de nueva música cristiana disponible — en los más variados estilos musicales — es auspiciada por la gran facilidad para realizar grabaciones con equipos computacionales y micrófonos de bajo costo. Pero afortunadamente la mayoría se da cuenta de que esta fórmula sirve como primer peldaño solamente y luego es muy recomendable mejorar el nivel de producción incorporando instrumentos musicales orgánicos y nobles, procesamiento análogo en vez de digital, mezcla y masterización, todo en busca de la excelencia en el resultado.
Pero en la práctica, ¿qué usos podríamos darles a las listas de reproducción en Apple Music, Spotify, SoundCloud, YouTube y otras? Se me ocurre que los equipos de adoración de las congregaciones podrían organizar su repertorio y tener allí las canciones que más tocarán, para que los músicos, cantantes, proyeccionistas y directores las repasen durante la semana.
Incluso cada creyente puede aportar su gota de agua en el océano con colecciones de canciones que sirvan de alternativa a las bandas y artistas populares, usando las etiquetas (tags) adecuadas para que el usuario general se encuentre con ellas.
Sin duda la creatividad ayudará a encontrar otras opciones, como también los harán las eventuales mejoras a estos servicios por parte de los proveedores, recordando que los medios no son buenos o malos en sí mismos, sino que son simples herramientas a las que puede dárseles buen uso… idealmente.

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