martes, 10 de noviembre de 2015

Las Muchas Aguas No Apagarán El Amor

Ponme como un sello sobre tu corazón,  como una marca sobre tu brazo; Porque fuerte es como la muerte el amor; Duros como el Seol los celos; Sus brasas,  brasas de fuego,  fuerte llama. Las muchas aguas no podrán apagar el amor, Ni lo ahogarán los ríos. Si diese el hombre todos los bienes de su casa por este amor, De cierto lo menospreciarían. Cantares 8:6-7

Hermosas, hermosas palabras para terminar este estudio maravilloso en el Cantar de los Cantares.

Las muchas aguas no apagarán el amor ni lo ahogarán los ríos.

Sello. Permanencia. Compromiso. Pertenencia. A pesar de las tormentas, a pesar del agua, del fuego… El amor permanece, más fuerte que la muerte, duro como el Seol.

Las muchas aguas no apagarán el amor ni lo ahogarán los ríos.

Ese amor que no sucumbe ante el envite del agua, que es más fuerte que la muerte y que no depende de las circunstancias, es el amor ágape. El amor de Dios por nosotras. El amor que Dios demanda de nosotras. El amor ágape puede definirse como “el amor incondicional que siempre da y que demuestra devoción y compromiso total sin importar cómo se responda a ese amor.” Esta forma de amor carece de cualquier forma de egoísmo y no cambia independientemente de que sea correspondido o no.

Ese amor es sufrido…
tiene paciencia con aquellas cosas que nos molestan y nos hieren. Esta es la misma palabra que se traduce por “longanimidad”, “largura de ánimo”, refiriéndose a la paciencia con respecto a las personas y que, por ejemplo, aparece en 2 Pedro 3:9, aunque la traducción en español nos haga pensar en un término diferente:

El Señor no retarda su promesa,  según algunos la tienen por tardanza,  sino que espaciente (sufrido) para con nosotros,  no queriendo que ninguno perezca,  sino que todos procedan al arrepentimiento.

El antiguo predicador Juan Crisóstomo dijo que esta era la palabra utilizada para describir al hombre al que se ha hecho daño y que, aun teniendo el poder de vengarse, no lo haría, sino que tendría paciencia y misericordia.

Cuando un problema o una discusión surgen en el matrimonio, ¿estás viendo la forma de vengarte a la menor oportunidad? ¿Tienes eso en la cabeza y no lo dejas ir hasta que ganas una batalla?

Ese amor es benigno…
Cuando tenemos y mostramos el amor de Dios, se va a reflejar en sencillos actos de bondad. Hechos, no palabras. En España hay un refrán que dice que el movimiento se demuestra andando y así es en este caso.

¿Estás haciendo “actos de bondad” en tu matrimonio? ¿Estás actuando bien con tu esposo? ¿Le está ayudando, te estás interesando por su bienestar?

Ese amor no tiene envidia…

La envidia es uno de los pecados menos productivo y más dañino. No consigue nada más que herir. El amor mantiene distancia con respecto a la envidia y no se resiente cuando otro es promovido o bendecido de alguna forma. Se alegra de forma genuina cuando otros son preferidos antes que él.

La envidia mató a Abel (Génesis 4:3-8), puso a José bajo el yugo de la esclavitud (Génesis 37:11, 28) y puso a Jesús en la cruz (Mateo 27:18)

¿Tienes envidia o celos de algún aspecto de la vida de tu esposo? ¿Quizás de su relación con alguno de tus hijos o con otra persona? ¿De que otros hablen bien de él o se lleve el crédito por algo?
Ese amor no es jactancioso…

No se alaba a sí mismo, no hace alarde de todo lo bueno que hace. No necesita atención por haber hecho una buena acción o un buen trabajo. Da porque es parte de su esencia, no para que otros tengan que alabarlo por ello.

¿Haces cosas en tu matrimonio para que otros perciban lo maravillosa que eres? ¿Tienes un recuento de todo lo bueno que has hecho y estás esperando a que tu esposo te recompense o te devuelva de alguna manera tus buenas acciones?

Ese amor no se envanece…

…no se centra en sí mismo, no es arrogante, no es vano. Se enfoca en las necesidades de otros, no en las suyas. No es orgulloso. Entre creyentes, la peor clase de orgullo es el “orgullo espiritual”.

¿Te crees más spiritual que tu esposo? ¿Quizás estás más preparada intelectualmente que él y crees que eres superior a él? ¿Tus palabras o acciones lo menosprecian de alguna manera?

Ese amor no hace nada indebido…
El término “indebido” en el original indica que no se está comportando indecentemente, que no actúa de manera ruda.

¿Te estás comportando con tu esposo “como es debido”? ¿Le estás tratando de manera ruda, con palabras o hechos duros o hirientes?

Ese amor no busca lo suyo…
Pablo comunica la misma idea en Romanos 12:10 –

“Amaos los unos a los otros con amor fraternal;  en cuanto a honra,  prefiriéndoos los unos a los otros.” Y en Filipenses 2:4 –

“no mirando cada uno por lo suyo propio,  sino cada cual también por lo de los otros.”

Este amor se centra en otros, no en sí mismo. No busca únicamente su felicidad ni se preocupa solamente por sí mismo y por su propia comodidad.

¿Pones la comodidad de tu esposo por delante de la tuya? ¿Te centras en él y en sus necesidades alguna vez o lo tuyo siempre es más importante?

Ese amor no se irrita…
No se enoja, no siente ira, no siente amargura. Cuando las personas dan rienda suelta al enojo, pierden el balance de su alma y entristecen al Espíritu de Dios. Aquel que guarda amargura por otro, no lo ama.

¿Te enojas con facilidad con tu esposo? ¿Siempre encuentras un motivo para dar rienda suelta a la ira?

Ese amor no guarda rencor…
Literalmente dice que no guarda en la memoria ningún daño que haya recibido. Este amor pone a un lado las heridas del pasado en lugar de sacarlas en cara a cada rato. Hay una tribu en Polinesia en la que cada hombre tiene la costumbre de recordar su odio por otros colgando un recordatorio visible en el tejado de su choza. Y muchas de nosotras hacemos lo mismo.

¿Mantienes el recordatorio de las veces que tu esposo te ha herido a la vista? ¿Le sacas en cara sus errores pasados o restriegas tus heridas delante de él cuando puedes?

Ese amor no se goza de la injusticia, sino de la verdad…
desea lo mejor para otros y se niega a hacerle una jugada a otro. Se goza en la verdad, defiende la verdad en todo momento. Es sincero y no tiene doblez alguna ni doble fondo.

¿Eres sincera con tu esposo en todo momento? ¿Está tu matrimonio cimentado en la verdad o hay algún “esqueleto en el armario” del que te rehúsas a hablar?

Ese amor todo lo sufre…
Esta palabra se traduce literalmente por cubrir con silencio, soportar en pacientemente sin decir palabra.

1 Pedro 4:8  “Y ante todo,  tened entre vosotros ferviente amor;  porque el amor cubrirá multitud de pecados.”

No proclama los errores y las faltas de los demás, no anda en chisme, murmuración ni calumnia.

“Me gustaría, queridos hermanos y hermanas, que pudiéramos imitar a las ostras. Cuando una particular se mete en su interior, esta causa dolor y malestar, pero en lugar de expulsarla, la cubre con una preciosa sustancia por medio de la cual esta partícula termina convirtiéndose en una perla. Si pudiéramos hacer eso con las faltas que los demás cometen en nuestra contra, tendríamos hermosas perlas de paciencia, amabilidad, bondad y perdón” -Spurgeon

¿Dejas a tu esposo en evidencia ante otros? ¿Proclamas sus faltas a los cuatro vientos?

Ese amor todo lo cree…
Escoge creer lo mejor del otro, no pone en duda la integridad del otro, confía en la palabra dada. No permite que le creen dudas sobre otra persona y practica la “presunción de inocencia” en cada acontecimiento.

¿Confías en tu esposo, en lo que te dice? ¿O, por el contrario, vives en la desconfianza, tratando de averiguar por aquí y por allá qué hace, a quién ve, a quién llama…?

Ese amor todo lo espera…
es optimista, no deja que el desánimo lo abata. Espera lo mejor de cada situación y de cada persona, porque espera en el Señor, en Sus promesas y en Sus tiempos.

¿Hay alguna situación en tu matrimonio con la que hayas perdido la esperanza, con la que te hayas cansado de esperar? ¿Estás confiando en el Señor y en Sus tiempos en todas las cosas? ¿Se refleja esto en tu relación con tu esposo?

Ese amor todo lo soporta…

No se rinde nunca, no importa lo que venga. Prevalece, aguanta el temporal, persevera.

¿Te has rendido en tu matrimonio? ¿Ya no estás dispuesta a soportar, estás dispuesta a bajar los brazos y dejar de luchar?

Ese amor nunca deja de ser…
Todo lo demás se termina, esta clase de amor no. No tiene fecha de vencimiento, ni caducidad, ni duración definida. Es eterno, no cesa, no para.

¿Crees que es ese el tipo de amor que estás poniendo en práctica en tu matrimonio? Date cuenta que no estoy hablando del amor que sientes, sino del amor que decides dar. ¿Quieres hacer una prueba? Pon tu nombre en todo este pasaje de 1 Corintios 13:4-8a… ¿qué tal suena?

Sé que estás pensando dos cosas en este momento:
Primero, “el matrimonio no depende solamente de mí”. Totalmente de acuerdo. Tanto tú como tu esposo deben esforzarse para que el amor ágape llene su matrimonio. ¿Te animarías a compartir esto con él? Quizás puedan estudiar este pasaje los dos juntos y comprometerse en trabajar cada uno de ustedes y  pulir aquellas áreas que les cuesten más.

Segundo, “este es el amor que Dios tiene por nosotras, el amor que llevó a Jesús a la cruz, es imposible que yo pueda tener ese amor”. De nuevo, totalmente de acuerdo. PERO somos llamadas a ser imitadoras de Cristo, especialmente en Su amor.

Efesios 5:1-2  “Sed,  pues,  imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en amor,  como también Cristo nos amó,  y se entregó a sí mismo por nosotros,  ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante.”

Jesús ha puesto un ejemplo para que nosotras sigamos y el primer lugar en el que tenemos que poner en marcha este ejemplo es en nuestro matrimonio. La Biblia compara específicamente la relación de Cristo con la iglesia con la relación entre el esposo y la esposa. Y a medida que examinamos las características de Jesús, descubrimos exactamente lo que tenemos que hacer para reflejar a Cristo en nuestra relación. ¿Vamos a conseguir la perfección? Por supuesto que no. Pero eso no quiere decir que debamos dejar de intentarlo y de esforzarnos por conseguirlo.

¿Te confieso algo? Ha sido muy difícil escribir este artículo y ver mis propias fallas expuestas a través de la Palabra de Dios. He llorado, he borrado y vuelto a escribir las mismas palabras varias veces… He sido confrontada con cada una de las características del amor que debo mostrar a mi esposo. Pero también estoy animada a esforzarme, a imitar a Cristo y comenzar a cambiar. Cambiar yo y orar para que también mi esposo cambie en las áreas en las que sé que él está fallando.

Las muchas aguas no podrán apagar el amor, Ni lo ahogarán los ríos.

¿Lo crees? Entonces, querida amiga, empieza a amar a tu esposo de la misma forma en la que Cristo te ama.


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