lunes, 22 de mayo de 2017

Cuando El Estrés Controla Nuestra Vida – Reflexión


¡Qué mucho escuchamos hablar del estrés! Decían que era la enfermedad del siglo XX, pero la realidad es que el estrés, una de las enfermedades más dañinas, continúa haciendo estragos, no solamente en la vida de gente adulta si no también en jóvenes y niños de esta generación. Lo peor de todo es que tal parece que llegó para quedarse.

Pero para hablar del estrés hay que definirlo. El estrés consiste en la acumulación de las presiones normales y anormales de la vida diaria, que ponen a prueba la habilidad del individuo para enfrentarlas”.

El ser humano ha entrado en un ritmo de actividades que muchas veces lo supera, otras veces olvidamos quiénes somos y tomamos el rol de máquinas en continuo movimiento. El estrés es una parte normal de la vida de toda persona y en bajos niveles es algo bueno, ya que motiva y puede ayudar a las personas a ser más productivas. 
Sin embargo, el exceso de estrés o una respuesta fuerte al estrés es dañino. Nos estresamos cuando hay que llegar a tiempo al trabajo, tener la cena lista, recoger a los niños de la escuela, llegar a tiempo a la cita médica, cuando hay mucho tráfico, cuando el jefe nos exige demasiado, cuando el dinero no nos da, cuando son más las demandas que el tiempo, etc.
Todos sufrimos un grado de estrés y eso es inevitable y hay que recordar que nuestra salud depende del grado de estrés que padezcamos. Hay estrés que podemos administrar, es decir, que tenemos recursos para poder manejarlo, otras veces nos “ahogamos en un vaso de agua” y le damos mucho pensamiento. 

Pensamos en todo lo que tenemos que hacer en tan poco tiempo y esto nos ocasiona estrés. Podríamos hablar de muchas situaciones, sin darnos cuenta que al hablar justo de los problemas que estas situaciones provocan, en lugar de enfocarnos en ellas como retos y oportunidades que la vida nos da para ser mejores y, poder desarrollarnos como personas, nosotros mismos nos provocamos un estrés que puede ser dañino para nuestra salud.


El estrés provoca reacciones neuroquímicas y musculares, hay un desgaste extra de energía y por lo tanto el sistema inmunológico baja sus defensas. Se siente agotado, malhumorado, frustrado, deprimido, falta la creatividad, cuando estás estresado nada te sale bien. Peor aún los pensamientos que genera son de pesimismo y destrucción.  Hay personas que le dedican mucho tiempo a preocuparse y pensar todo lo que tiene que hacer y esto le causa fatiga mental. Somos el producto de nuestros pensamientos.

La pregunta sería: ¿Cómo podemos reducir o manejar el estrés?
1. Lleva un diario en el que anotes las actividades y acontecimientos del día. Las que son vitales y las urgentes. De esta manera podrás administrar mejor tu tiempo.


2. Cambia de escenario, piensa en todas las actividades placenteras que se te ocurran y que puedas llevar a cabo fácilmente cada día.

3. Una dieta sana y equilibrada es fundamental para que el cuerpo pueda disponer de todos los nutrientes necesarios para afrontar el estrés.

4. El ejercicio constituye una distracción efectiva de los acontecimientos estresantes. Una caminata corta puede aliviar el estrés.

5. Identifica los acontecimientos que te causan estrés.

6. Expresa tus sentimientos, expresar como nos sentimos nos ayuda a descargar eso que nos está causando estrés.

7. Ríete de la vida, la risa y el sentido del humor alivian la tensión, ayudan a ver las cosas desde otra perspectiva y a tomar distancia de lo sucedido y tiene un efecto fisiológico que ayuda a reducir los niveles de las hormonas del estrés

8. Relájate, La relajación disminuye la presión sanguínea y la frecuencia respiratoria y cardiaca, libera la tensión muscular y alivia el estrés emocional

9. Medita, sacar un momento de día para meditar, orar, leer, escuchar música que te relaje.

10. Delega, hay muchos eventos que puedes delegarlos.

Recuerda que no es lo que te sucede sino cómo interpretas lo que te sucede. No trates de cruzar el río antes de llegar a él. Pregúntate: ¿Qué es lo peor que me pueda pasar si no logro mi meta? Relájate, respira y sé feliz.

Si no pudiste alcanzar lo que te habías propuesto, evalúa cuales fueron los obstáculos, identifica y busca alternativas de cómo puedes superarlo. No pierdas la fe, no dejes que tu voluntad sea socavada por fuerzas adversas, por comentarios negativos, por gente falsa. Tus fuerzas se multiplicarán cuando le des oportunidad a Dios de trabajar en tu vida.


Desesperarse es perder el control de tu imaginación, creatividad y entusiasmo. Se nubla tu visión y tu capacidad de buscar alternativas que te permitan conseguir soluciones. Cuando te enfadas, te disgustas, o te enojas, estás delegando el control de tus emociones a la otra persona y pasas a ser víctima de ella. Mantén la calma, recuerda que mientras más grande sea el problema que tengas que enfrentar, mayor oportunidad tendrás de utilizar el potencial que Dios te ha dado.

FUENTE:  reflexiones.cristianas.com

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